Hace
algún tiempo que no comparto los párrafos que intentan plasmar mi impresión
sobre la Arquitectura y la profesión de arquitecto en los tiempos revueltos y
grises que vivimos; que no desahogo mi ánimo presentando negro sobre blanco las
ideas que pugnan por reventar mi cabeza en los momentos en que todo parece
amenazar con hundirse de una vez por todas; que no busco alivio ante la
posibilidad de que alguien, al leer mis reflexiones, comprenda y comparta mis
inquietudes, mis zozobras, mis anhelos. Y, aunque lo más probable es que nadie
me haya echada de menos, no falto a la verdad si afirmo que ¡Añoraba publicar
uno de estos mis escritos!, ¡Ilusionarme porque alguien los lea! Lo escribo tal y como lo siento, precisamente
en estos tiempos en que bien la mentira, bien la verdad deformada, bien la
realidad enmascarada, campan dueñas y señoras de muchos medios de comunicación,
convertidos en altavoces más o menos voluntarios de los mensajes de quienes
pretenden guiar nuestro futuro. Y todo este retraso, esta ausencia, esta
añoranza, tienen una razón, una explicación convincente: he tenido
¡Si!
¡He tenido trabajo! ¡El despacho ha vuelto a funcionar! Cuando parecía que nada
podía ir peor y que todo se encaminaba al desastre, un repentino rayo de
actividad reavivó la maquinaria del estudio proporcionando la energía
suficiente para producir lo que es la razón de ser de los estudios de
arquitectura tal como los conocimos: ¡Proyectos!
Me
diréis que los trabajos que surgieron no eran proyectos en el sentido tradicional,
que no podían dar rienda suelta a la creatividad, al diseño, a nuestra
formación de arquitectos… ¿Estáis seguros? ¿Resolver diferentes problemas
energéticos, de accesibilidad y de calidad habitacional en modestos inmuebles
de una zona degradada de la ciudad no son proyectos de Arquitectura? Si no lo
son, ¿qué lo es? ¿Acaso plantear intervenciones irrealizables a mayor gloria
del poder? ¿De la tecnología “bim”? ¿Convertirse en asiduo del mundo de la moda,
de la prensa rosa? ¿Diseñar zapatos imposibles?
¡Proyectar!
Volver a sentir el placer de realizar un conjunto de actividades intelectuales,
técnicas y manuales interrelacionadas y coordinadas para alcanzar la resolución
de necesidades prefijadas, consideradas en un entorno urbano compartido y
condicionado por un devenir histórico, dentro de los límites que impone un
presupuesto, unas calidades establecidas y un lapso de tiempo previamente
definido. Ni más ni menos. ¡Tener la posibilidad de sentirme útil! Ha sido una
agradable sensación olvidada tras siete años de penuria y amargura.
Traté
de arrancar de nuevo el despacho, anquilosado por tanta inactividad y reducido
a la mínima expresión, mis manos, y lo conseguí. Volví a llamar a los antiguos
colaboradores y, todos, con inusitada pasión y sin saber si realmente íbamos a
ganar tanto o cuanto, nos pusimos manos a la obra, recuperando sensaciones, con
una extraña alegría por encarar los problemas planteados y visualizar su mejor
solución; por saber que habría que discutir con el promotor, con la
administración, con el constructor, entre nosotros… pero que al final todos nos
sentiríamos partícipes de un proceso que resolvería los problemas de muchas
personas; por sentir la tensión acuciante de la fecha de entrega y pasar más
horas en el despacho que en casa; por tener que repetir a última hora, y no sin
estruendosos reniegos, esa sección en la que hay que cambiar una cosita de nada;
por tener que tomar esa decisión que inutiliza gran parte del trabajo realizado
hasta ese momento; por afrontar retos diferentes a los del pasado, pero retos
en definitiva, que conllevan modos de trabajo distintos e indicativos de lo que
puede venir…si entre todos somos capaces de mantener ese hálito de actividad
que pareciera querer anidar en nuestro entorno.
¡Y el
trabajo se terminó! Con nervios, prisas, contratiempos finales y no sin cierta
tristeza precisamente por haber acabado y volver de nuevo a la inactividad,
conseguimos solicitar las subvenciones vinculadas a la ley de las tres erres,
causa última de la punta de trabajo que acabábamos de vivir, padecer y gozar
intensamente. ¿Y ahora qué? ¿De nuevo la inactividad? ¿Otra vez solo en el
despacho, mano sobre mano? ¿El breve periodo de bonanza laboral se acaba así,
sin más? ¿Había sido un síntoma de la tan cacareada salida de la crisis, o no?
¿Una vana ilusión quizás? ¿Una ocasión perdida?
Moralmente
reconstituido pero económicamente igual que antes por unos honorarios más que
ajustados y esquilmados por una retención del 19% antes de gastos; agobiado por
un I.V.A. en mi poder, recaudado en nombre del estado después de hacer mucho
daño al cliente y que sabes que no es tu dinero, que lo has de ingresar al
acabar el trimestre pero que la realidad te obliga a gastar en parte para
compensar esa retención y poder afrontar los gastos generados durante la
redacción del proyecto; libre de toda deuda porque a tus colaboradores hay que
pagarles antes de que tú te lleves un céntimo…¡No! ¡Económicamente no ha
servido de mucho, máxime cuando has decidido hacer una mínima inversión en el
despacho, que 8 años de crisis es mucho para los aparatos informáticos! Y te
preguntas. ¿Realmente ha valido la pena el esfuerzo?
No
tengo duda: ¡Sí! La alegría vital de los días pasados redactando los proyectos;
el volver a reunir a un equipo que compartía la misma visión del trabajo y el reconocimiento
de la importancia de la función social de la arquitectura; el poder trabajar en
algo para lo que estoy preparado y en lo que procuro perfeccionarme de modo continuo;
saber que he colaborado decisivamente en la resolución de los problemas de
muchas personas respondiendo a retos tecnológicos y económicos muy diversos al
dotarles de un arma adecuada para afrontar la mejora de su hábitat… Todo ello pesa
más que el escaso rédito económico del trabajo realizado.
Las
subvenciones a la Rehabilitación edificatoria y la Renovación y Regeneración
urbanas no son un fin en sí mismas, son el medio para mejorar la calidad y
eficiencia de nuestras casas, barrios y ciudades perfeccionando las condiciones
habitacionales de las personas y ofreciendo una posibilidad de trabajo a
variados sectores de la sociedad, permitiendo así la revitalización de un
sector económico, la construcción, de importancia capital en la economía del Estado,
al menos hasta que otros sectores compensen su, hasta hace poco, desmesurado
peso.
Y,
desgraciadamente, temo que la dinámica optimista que impregnó el comienzo de
este año 2015 se detenga bruscamente, sin haber calado lo suficiente en el
sector ni haber medrado tanto como para asegurar un mínimo de actividad en
nuestros estudios y, desde ellos, en tantas empresas de los diferentes
subsectores del mundo de la construcción. Los pequeños despachos vimos una tenue
luz gracias a las subvenciones para las que íbamos preparando a las comunidades
de vecinos desde hace mucho tiempo; los políticos, al menos los aragoneses, se
empeñaron en sacar estas ayudas de golpe para 2015 y 2016 y en sólo dos meses, y
ahora la incertidumbre electoral amenaza con paralizar tanto los proceso de
estudio y concesión de subvenciones como los de licencias municipales de obra,
simplemente porque los ayuntamientos van a tardar en constituirse. Podemos
matar la esperanza de recuperación antes de que los primeros síntomas se manifiesten
con claridad en los más desfavorecidos, los trabajadores de la construcción.
Por
otra parte, aquellos trabajos que no consigan la anhelada subvención
probablemente no salgan adelante, por la sencilla razón de que los propietarios
de los inmuebles no tienen dinero suficiente ni reúnen, hoy por hoy, las
condiciones precisas para obtener la necesaria financiación. Por tanto,
nuestros proyectos corren el riesgo de ser un brindis al sol, con el mérito de
habernos proporcionado una fugaz alegría laboral, ya que no económica.
Sinceramente,
durante las semanas en que trabajamos vertiginosamente, fui optimista. Pero
ahora la realidad me ha vuelto, de nuevo, escéptico aunque no tan pesimista
como tiempo atrás. Puede ser que los grandes números de la economía sean
buenos, incluso que el mercado inmobiliario muestre signos esperanzadores, ¡no
lo negaré! Pero ¿son buenos para los pequeños despachos? La mejoría que
interesadamente nos anuncian muchos heraldos, ¿va a ser para todos, incluidos
quienes nos hemos quedado aquí, dando la cara ante una sociedad acuciada por
mil y un problemas, muchas veces ajenos a nuestra profesión, que hemos resuelto
a bajísimo coste con profesionalidad y eficacia, o, una vez más será para los
nombres de siempre, desaparecidos del panorama cotidiano de nuestras ciudades
por haber buscado refugio en entornos económicamente más cálidos?
Las
elecciones locales, y autonómicas en muchos casos, están a la vuelta de la
esquina. En ellas tenemos una magnífica ocasión para cambiar las instituciones
más cercanas a las personas, para que aire fresco y nuevas maneras de hacer se
instalen en las estancias de poder que cada cuatro años cedemos temporalmente a
los políticos. Sepamos aprovechar la ocasión y no dejemos que los leves
síntomas de mejoría que hemos creído percibir fugazmente desaparezcan de nuevo
ahogados por los intereses miopes de unos, el egoísmo de otros y el sempiterno
desprecio del dios mercado y su evangelio del beneficio inmediato.
Tengo
claro que, profesionalmente, los meses que he vivido han sido como un sueño
reconfortador, un oasis de actividad desenfrenada que, paradójicamente, ha
serenado mi ánimo. Pero nada ha mejorado razonablemente y he de seguir
batallando en busca de nuevos proyectos, cercano a la sociedad, conocedor de
sus necesidades y consciente de la nueva coyuntura en la que,
involuntariamente, se ha colocado la profesión de arquitecto. Creo que algo
puede, y debe, cambiar en la sociedad, y que el cambio está próximo, pero no
percibo con claridad hasta qué punto lo va a hacer y cómo influirá la nueva
situación en nuestra actividad. Lo que está claro es que no podemos seguir como
hasta ahora.
En lo
que se refiere a estos escritos, siguen proporcionándome alegrías y mientras
tenga disponibilidad e inspiración, seguiré escribiendo mis reflexiones y
pensamientos sobre la profesión de arquitecto y el ejercicio de la Arquitectura
en estos tiempos raros; seguiré leyendo a quienes escriben en las redes
sociales envidiando su talento y, sobre todo, su capacidad para elaborar tantos
textos interesantes en tan breve espacio de tiempo; seguiré empujando para que
de verdad en españa no se hable de paro
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