miércoles, 20 de mayo de 2015

¡UNA PUNTA DE TRABAJO!

Hace algún tiempo que no comparto los párrafos que intentan plasmar mi impresión sobre la Arquitectura y la profesión de arquitecto en los tiempos revueltos y grises que vivimos; que no desahogo mi ánimo presentando negro sobre blanco las ideas que pugnan por reventar mi cabeza en los momentos en que todo parece amenazar con hundirse de una vez por todas; que no busco alivio ante la posibilidad de que alguien, al leer mis reflexiones, comprenda y comparta mis inquietudes, mis zozobras, mis anhelos. Y, aunque lo más probable es que nadie me haya echada de menos, no falto a la verdad si afirmo que ¡Añoraba publicar uno de estos mis escritos!, ¡Ilusionarme porque alguien los lea!  Lo escribo tal y como lo siento, precisamente en estos tiempos en que bien la mentira, bien la verdad deformada, bien la realidad enmascarada, campan dueñas y señoras de muchos medios de comunicación, convertidos en altavoces más o menos voluntarios de los mensajes de quienes pretenden guiar nuestro futuro. Y todo este retraso, esta ausencia, esta añoranza, tienen una razón, una explicación convincente: he tenido



¡Si! ¡He tenido trabajo! ¡El despacho ha vuelto a funcionar! Cuando parecía que nada podía ir peor y que todo se encaminaba al desastre, un repentino rayo de actividad reavivó la maquinaria del estudio proporcionando la energía suficiente para producir lo que es la razón de ser de los estudios de arquitectura tal como los conocimos: ¡Proyectos!

Me diréis que los trabajos que surgieron no eran proyectos en el sentido tradicional, que no podían dar rienda suelta a la creatividad, al diseño, a nuestra formación de arquitectos… ¿Estáis seguros? ¿Resolver diferentes problemas energéticos, de accesibilidad y de calidad habitacional en modestos inmuebles de una zona degradada de la ciudad no son proyectos de Arquitectura? Si no lo son, ¿qué lo es? ¿Acaso plantear intervenciones irrealizables a mayor gloria del poder? ¿De la tecnología “bim”? ¿Convertirse en asiduo del mundo de la moda, de la prensa rosa? ¿Diseñar zapatos imposibles?

¡Proyectar! Volver a sentir el placer de realizar un conjunto de actividades intelectuales, técnicas y manuales interrelacionadas y coordinadas para alcanzar la resolución de necesidades prefijadas, consideradas en un entorno urbano compartido y condicionado por un devenir histórico, dentro de los límites que impone un presupuesto, unas calidades establecidas y un lapso de tiempo previamente definido. Ni más ni menos. ¡Tener la posibilidad de sentirme útil! Ha sido una agradable sensación olvidada tras siete años de penuria y amargura.

Traté de arrancar de nuevo el despacho, anquilosado por tanta inactividad y reducido a la mínima expresión, mis manos, y lo conseguí. Volví a llamar a los antiguos colaboradores y, todos, con inusitada pasión y sin saber si realmente íbamos a ganar tanto o cuanto, nos pusimos manos a la obra, recuperando sensaciones, con una extraña alegría por encarar los problemas planteados y visualizar su mejor solución; por saber que habría que discutir con el promotor, con la administración, con el constructor, entre nosotros… pero que al final todos nos sentiríamos partícipes de un proceso que resolvería los problemas de muchas personas; por sentir la tensión acuciante de la fecha de entrega y pasar más horas en el despacho que en casa; por tener que repetir a última hora, y no sin estruendosos reniegos, esa sección en la que hay que cambiar una cosita de nada; por tener que tomar esa decisión que inutiliza gran parte del trabajo realizado hasta ese momento; por afrontar retos diferentes a los del pasado, pero retos en definitiva, que conllevan modos de trabajo distintos e indicativos de lo que puede venir…si entre todos somos capaces de mantener ese hálito de actividad que pareciera querer anidar en nuestro entorno.

¡Y el trabajo se terminó! Con nervios, prisas, contratiempos finales y no sin cierta tristeza precisamente por haber acabado y volver de nuevo a la inactividad, conseguimos solicitar las subvenciones vinculadas a la ley de las tres erres, causa última de la punta de trabajo que acabábamos de vivir, padecer y gozar intensamente. ¿Y ahora qué? ¿De nuevo la inactividad? ¿Otra vez solo en el despacho, mano sobre mano? ¿El breve periodo de bonanza laboral se acaba así, sin más? ¿Había sido un síntoma de la tan cacareada salida de la crisis, o no? ¿Una vana ilusión quizás? ¿Una ocasión perdida?

Moralmente reconstituido pero económicamente igual que antes por unos honorarios más que ajustados y esquilmados por una retención del 19% antes de gastos; agobiado por un I.V.A. en mi poder, recaudado en nombre del estado después de hacer mucho daño al cliente y que sabes que no es tu dinero, que lo has de ingresar al acabar el trimestre pero que la realidad te obliga a gastar en parte para compensar esa retención y poder afrontar los gastos generados durante la redacción del proyecto; libre de toda deuda porque a tus colaboradores hay que pagarles antes de que tú te lleves un céntimo…¡No! ¡Económicamente no ha servido de mucho, máxime cuando has decidido hacer una mínima inversión en el despacho, que 8 años de crisis es mucho para los aparatos informáticos! Y te preguntas. ¿Realmente ha valido la pena el esfuerzo?

No tengo duda: ¡Sí! La alegría vital de los días pasados redactando los proyectos; el volver a reunir a un equipo que compartía la misma visión del trabajo y el reconocimiento de la importancia de la función social de la arquitectura; el poder trabajar en algo para lo que estoy preparado y en lo que procuro perfeccionarme de modo continuo; saber que he colaborado decisivamente en la resolución de los problemas de muchas personas respondiendo a retos tecnológicos y económicos muy diversos al dotarles de un arma adecuada para afrontar la mejora de su hábitat… Todo ello pesa más que el escaso rédito económico del trabajo realizado.

Las subvenciones a la Rehabilitación edificatoria y la Renovación y Regeneración urbanas no son un fin en sí mismas, son el medio para mejorar la calidad y eficiencia de nuestras casas, barrios y ciudades perfeccionando las condiciones habitacionales de las personas y ofreciendo una posibilidad de trabajo a variados sectores de la sociedad, permitiendo así la revitalización de un sector económico, la construcción, de importancia capital en la economía del Estado, al menos hasta que otros sectores compensen su, hasta hace poco, desmesurado peso.

Y, desgraciadamente, temo que la dinámica optimista que impregnó el comienzo de este año 2015 se detenga bruscamente, sin haber calado lo suficiente en el sector ni haber medrado tanto como para asegurar un mínimo de actividad en nuestros estudios y, desde ellos, en tantas empresas de los diferentes subsectores del mundo de la construcción. Los pequeños despachos vimos una tenue luz gracias a las subvenciones para las que íbamos preparando a las comunidades de vecinos desde hace mucho tiempo; los políticos, al menos los aragoneses, se empeñaron en sacar estas ayudas de golpe para 2015 y 2016 y en sólo dos meses, y ahora la incertidumbre electoral amenaza con paralizar tanto los proceso de estudio y concesión de subvenciones como los de licencias municipales de obra, simplemente porque los ayuntamientos van a tardar en constituirse. Podemos matar la esperanza de recuperación antes de que los primeros síntomas se manifiesten con claridad en los más desfavorecidos, los trabajadores de la construcción.

Por otra parte, aquellos trabajos que no consigan la anhelada subvención probablemente no salgan adelante, por la sencilla razón de que los propietarios de los inmuebles no tienen dinero suficiente ni reúnen, hoy por hoy, las condiciones precisas para obtener la necesaria financiación. Por tanto, nuestros proyectos corren el riesgo de ser un brindis al sol, con el mérito de habernos proporcionado una fugaz alegría laboral, ya que no económica.

Sinceramente, durante las semanas en que trabajamos vertiginosamente, fui optimista. Pero ahora la realidad me ha vuelto, de nuevo, escéptico aunque no tan pesimista como tiempo atrás. Puede ser que los grandes números de la economía sean buenos, incluso que el mercado inmobiliario muestre signos esperanzadores, ¡no lo negaré! Pero ¿son buenos para los pequeños despachos? La mejoría que interesadamente nos anuncian muchos heraldos, ¿va a ser para todos, incluidos quienes nos hemos quedado aquí, dando la cara ante una sociedad acuciada por mil y un problemas, muchas veces ajenos a nuestra profesión, que hemos resuelto a bajísimo coste con profesionalidad y eficacia, o, una vez más será para los nombres de siempre, desaparecidos del panorama cotidiano de nuestras ciudades por haber buscado refugio en entornos económicamente más cálidos?

Las elecciones locales, y autonómicas en muchos casos, están a la vuelta de la esquina. En ellas tenemos una magnífica ocasión para cambiar las instituciones más cercanas a las personas, para que aire fresco y nuevas maneras de hacer se instalen en las estancias de poder que cada cuatro años cedemos temporalmente a los políticos. Sepamos aprovechar la ocasión y no dejemos que los leves síntomas de mejoría que hemos creído percibir fugazmente desaparezcan de nuevo ahogados por los intereses miopes de unos, el egoísmo de otros y el sempiterno desprecio del dios mercado y su evangelio del beneficio inmediato.

Tengo claro que, profesionalmente, los meses que he vivido han sido como un sueño reconfortador, un oasis de actividad desenfrenada que, paradójicamente, ha serenado mi ánimo. Pero nada ha mejorado razonablemente y he de seguir batallando en busca de nuevos proyectos, cercano a la sociedad, conocedor de sus necesidades y consciente de la nueva coyuntura en la que, involuntariamente, se ha colocado la profesión de arquitecto. Creo que algo puede, y debe, cambiar en la sociedad, y que el cambio está próximo, pero no percibo con claridad hasta qué punto lo va a hacer y cómo influirá la nueva situación en nuestra actividad. Lo que está claro es que no podemos seguir como hasta ahora.

En lo que se refiere a estos escritos, siguen proporcionándome alegrías y mientras tenga disponibilidad e inspiración, seguiré escribiendo mis reflexiones y pensamientos sobre la profesión de arquitecto y el ejercicio de la Arquitectura en estos tiempos raros; seguiré leyendo a quienes escriben en las redes sociales envidiando su talento y, sobre todo, su capacidad para elaborar tantos textos interesantes en tan breve espacio de tiempo; seguiré empujando para que


de verdad en españa no se hable de paro

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Tu comentario siempre será enriquecedor!