martes, 11 de marzo de 2014

Y LA SALUD BIEN ¿NO?

Oye ¿Tu has notado algo en este trimestre? ¿Cómo te va, entra algún trabajo en tu estudio? ¡Anda, acaparador, que me he enterado que te han encargado una reparación! ¡Cuánto tiempo sin verte, te hacía en Sudamérica! ¿No habías cerrado el despacho? ¡Venga, venga, que ya se ve la luz al final del túnel y por eso han subido las tarifas! ¿Y de las subvenciones de las “tres erres” se sabe algo? ¿Es cierto que fulanito cierra el chiringuito? ¡Pero si tiene nuestra edad! ¿Y de que carajo va a vivir, si últimamente trabajaba menos que yo, que ya es decir nada? ¿Tú has hecho alguna certificación energética? ¿Qué programa te parece mejor? ¡Ya hablaremos una tarde, que yo no consigo hacerme un criterio con esos programas que nadie sabe en qué se basan y el cursillo aquel ya se me ha olvidado! ¿Y el Colegio de Arquitectos que hace? ¡Tira, tira, que mengano es de los que cobran honorarios basura! ¡Anda que ya le vale al gobierno con la dichosa ley de servicios!...Preguntas y exclamaciones; más preguntas y más exclamaciones. Unas sinceras; otras con retranca; algunas interesadas y, las más, meras fórmulas de conversación en estos tiempos de roña. De todas ellas mi preferida cuando me encuentro con un compañero arquitecto es

Y LA SALUD BIEN ¿NO?






Y es una pregunta sincera. Lo pregunto indirectamente porque es posible que la salud también falle, que algunos empezamos a tener cierta edad. No es un tema baladí. Interesarme por la salud de mis colegas es importante, ¡Que no falte! El bienestar físico parece ser de los poco que nos queda a todos, y me da la impresión que en los próximos meses vamos a necesitar nuestras facultades físicas al máximo, bien para seguir resistiendo bien para tratar de arrancar nuevamente nuestros estudios, cuya maquinaria productiva está oxidada por tanto tiempo de inactividad.

¡No quiero preguntar por otras cuestiones cuya respuesta ya conozco y que no me gustaría dar! Veamos: ¿Qué si he notado algo de actividad este trimestre en el despacho; tú me has visto la cara?; ¡Claro que mengano tira los honorarios, siempre ha sido gilip…! ¡Y yo que se del CE3, del C3X ni de cualquier otro programa si sólo he hecho dos certificaciones y una era para un familiar! ¡Cómo voy a confiar en un procedimiento informático que apenas sé en que se basa, y que tú puedes manipular arteramente para conseguir una determinada calificación y que, además, tiene nombre de un coche! ¡Fulano tiene nuestra edad, pero ha ganado dinero a espuertas mientras tú y yo reparábamos los pufos que él dejaba! ¡yo también cerraría el despacho, que me cuesta más dinero del que ingreso, pero no sé hacer otra cosa! No, no quiero responder; no quiero ofender a nadie ni que nadie se sienta incómodo en una conversación trivial de dos compañeros que hace tiempo que no se veían. No quiero proyectar mi rabia y frustración sobre alguien que lo está pasando tan mal como yo. Los culpables del desaguisado que vivimos no deben apuntarse el tanto del mal rollo entre nosotros, que ya tenemos bastante con las declaraciones de las arquiestrellas y las luchas en los colegios profesionales.

Sin embargo, he de reconocer que algo parece moverse en la actualidad, casi imperceptiblemente, aunque no se hacia donde, si es un vaivén que nos devuelve constantemente al punto de partida o si solo es una ilusión. En un mes he recibido más peticiones de ofertas de honorarios para pequeñas reparaciones, informes de evaluación de edificios, estudios de rehabilitación energética y para posibles subvenciones que aun no han salido publicadas en boletines oficiales que durante todo el año pasado. Parece como si alguien quisiera decir basta a la inactividad que nos abruma aun sabiendo que no hay dinero para hacer nada, y mucho menos para pagar los ridículos honorarios que pedimos…cuando los pedimos.

¿Es esto la luz al final del túnel? ¿Un inequívoco indicio de que estamos saliendo de la crisis? ¡No! ¡En absoluto! Es la expresión clara y manifiesta de que las cosas no pueden ir ya peor, del deseo de un cambio de rumbo, de un desanquilosamiento, si así podemos llamarlo, de la actividad de la arquitectura y la construcción que hace que muchos de sus agentes nos movamos ofreciendo nuestros servicios a quienes los necesitan, en el campo que creemos puede generar actividad próximamente, la rehabilitación, a sabiendas de que no tienen recursos para sufragarlos aunque obtuviesen las ayudas que se anuncian para mañana. Y en esta lucha estamos, abandonados por los colegios profesionales, al albur del tempo electoral de los políticos y victimas del doble lenguaje de los bancos que amagan diciendo que quieren ayudar al emprendimiento cuando en el fondo lo que buscan es conservar a su clientela a la vez que atraer nuevos clientes que aporten sus pequeños fondos sin ofrecerles nada a cambio.

¿Qué he ganado con esto? ¿Honorarios? No, sin duda, que a la mayoría les parecen muy caros y los rechazan, por lo que sigo sin apenas trabajo. ¿Aprecio de los posibles clientes? Sólo de los más informados, ya que en general nadie les ha hablado de la ley de las “tres erres”, ni de las ventajas de la rehabilitación energética, de las bondades del ahorro energético o de los beneficios ambientales y económicos de la eficiencia energética, y sólo ven en nuestras propuestas un interés por sacarles su escaso dinero. He hecho, y me he propuesto seguir haciendo, una siembra que sólo germinará si el poder político, y sobre todo el económico, quieren que lo haga. Y eso es lo que he ganado.

Pero este trabajo sin remuneración que, como muchos compañeros, estoy realizando ha tenido el efecto de hacerme tomar conciencia de los daños que la inactividad ha provocado en el sistema productivo de los arquitectos, reafirmándome en la opinión de que los pequeños despachos hemos de evolucionar si queremos subsistir cuando se recupere la actividad, sea esta la que sea, so pena de estar abocados a diseñar la caseta del perro y su eficiencia energética. Aunque nunca hemos dejado de realizar cursillos sobre los nuevos requerimientos de la construcción y los programas informáticos que generalmente los sustentan, la gran avalancha de cambios normativos que hemos sufrido, su rapidez de implementación en una época en que no hemos tenido donde aplicarlos nos ha superado, impidiendo la correcta y sosegada asimilación de conceptos y procedimientos que hemos aceptado sin apenas crítica ni discusión, provocando nuestra inseguridad hasta para saber como rellenar cada casilla del programa informático de turno. ¡Triste tiempo en que no aprendemos a calcular sino a manejar programas!

Mi pequeño despacho, ahora unipersonal, debería hacer un esfuerzo descomunal para sacar adelante varios de los trabajos a los que opto, con la calidad que me exijo a mi mismo y con la celeridad que la concesión de las subvenciones suele requerir, si tuviera la suerte de que los clientes me contrataran. Yo he optado por la interdisciplinariedad, y cuento con otros profesionales, arquitectos técnicos e ingenieros, que siendo grandes profesionales con dilatada experiencia, son principalmente amigos y compañeros de trabajo desde hace muchos años, que están pasando las mismas penalidades que yo y con los que comparto los mismos principios: la conciencia de la función social de nuestras disciplinas, el amor por el trabajo bien hecho, el respeto por la especificidad de la profesión de cada uno y la necesidad de seguir avanzando en nuestra vida profesional colaborando para ofrecer el servicio que la sociedad nos va a reclamar de ahora en adelante. Y en esta manera de trabajar confío, para ahora y para el futuro. Es mi apuesta.

No me cabe duda que alguno de los trabajos que persigo caerá en nuestro despacho. Y tampoco que el esfuerzo físico y mental que habremos de hacer para sacar correctamente el encargo en tiempo, contenido, coste y forma será muy importante, máxime viniendo de la situación de la que venimos. Estoy seguro de que lo haremos, ¡siempre, desde nuestra época de estudiantes, lo hemos hecho! ¡Aunque estemos una semana sin dormir!

Por eso, cuando me encuentro con un compañero le pregunto por la salud, porque lo que deseo es tanto que la situación actual no esté afectando al bien más precioso como que tenga la fuerza suficiente para aguantar lo que, de una manera u otra, para bien o para mal, nos espera en todos los aspectos de la arquitectura. Así que, queridos compañeros y compañeras, considerando que ante la que está cayendo solamente nos tenemos a nosotros

cuidaos que quedamos pocos de los buenos




P.D. Desgraciadamente desde hace una semana me encuentro, familiarmente, entre quienes encaran en primera línea la travesía de la existencia, sin nadie mayor a cuya experiencia recurrir, o en quien encontrar el mismo sosiego que en la infancia nos provocaba la presencia de nuestros padres. Se me fue el último apoyo y testimonio de la generación de mis padres. Sirvan estas palabras de homenaje y recuerdo a Consol, Consuelo, la madre de mi mujer.

4 comentarios:

  1. Certero y genial, como siempre. Lamento tu pérdida, éstos son tiempos difíciles en los que se necesita el salvavidas emocional que sólo nuestros mayores saben darnos.

    Slds

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  2. Hola Javier. Ni un pero a tu escrito, comulgo con todo lo que dices y por suerte de salud estoy bien. Un abrazo i fuerza!!!
    Jose Mª Escuer Munné.

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  3. Me ha gustado. Muy humano, cosa que a veces se echa de menos. Mis condolencias.

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  4. Como me encuentro en la misma situación, subscribo la totalidad de lo expuesto,somos muchos los afectados y me temo que para muchos no habrá solución en especial para los que superamos los 60

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