Oye
¿Tu has notado algo en este trimestre? ¿Cómo te va, entra algún trabajo en tu
estudio? ¡Anda, acaparador, que me he enterado que te han encargado una
reparación! ¡Cuánto tiempo sin verte, te hacía en Sudamérica! ¿No habías
cerrado el despacho? ¡Venga, venga, que ya se ve la luz al final del túnel y
por eso han subido las tarifas! ¿Y de las subvenciones de las “tres erres” se
sabe algo? ¿Es cierto que fulanito cierra el chiringuito? ¡Pero si tiene
nuestra edad! ¿Y de que carajo va a vivir, si últimamente trabajaba menos que
yo, que ya es decir nada? ¿Tú has hecho alguna certificación energética? ¿Qué
programa te parece mejor? ¡Ya hablaremos una tarde, que yo no consigo hacerme
un criterio con esos programas que nadie sabe en qué se basan y el cursillo aquel
ya se me ha olvidado! ¿Y el Colegio de Arquitectos que hace? ¡Tira, tira, que
mengano es de los que cobran honorarios basura! ¡Anda que ya le vale al
gobierno con la dichosa ley de servicios!...Preguntas y exclamaciones; más
preguntas y más exclamaciones. Unas sinceras; otras con retranca; algunas interesadas
y, las más, meras fórmulas de conversación en estos tiempos de roña. De todas
ellas mi preferida cuando me encuentro con un compañero arquitecto es
Y LA SALUD BIEN ¿NO?
Y es
una pregunta sincera. Lo pregunto indirectamente porque es posible que la salud
también falle, que algunos empezamos a tener cierta edad. No es un tema baladí.
Interesarme por la salud de mis colegas es importante, ¡Que no falte! El
bienestar físico parece ser de los poco que nos queda a todos, y me da la
impresión que en los próximos meses vamos a necesitar nuestras facultades
físicas al máximo, bien para seguir resistiendo bien para tratar de arrancar
nuevamente nuestros estudios, cuya maquinaria productiva está oxidada por tanto
tiempo de inactividad.
¡No
quiero preguntar por otras cuestiones cuya respuesta ya conozco y que no me
gustaría dar! Veamos: ¿Qué si he notado algo de actividad este trimestre en el
despacho; tú me has visto la cara?; ¡Claro que mengano tira los honorarios,
siempre ha sido gilip…! ¡Y yo que se del CE3, del C3X ni de cualquier otro
programa si sólo he hecho dos certificaciones y una era para un familiar! ¡Cómo
voy a confiar en un procedimiento informático que apenas sé en que se basa, y que
tú puedes manipular arteramente para conseguir una determinada calificación y
que, además, tiene nombre de un coche! ¡Fulano tiene nuestra edad, pero ha
ganado dinero a espuertas mientras tú y yo reparábamos los pufos que él dejaba!
¡yo también cerraría el despacho, que me cuesta más dinero del que ingreso, pero
no sé hacer otra cosa! No, no quiero responder; no quiero ofender a nadie ni
que nadie se sienta incómodo en una conversación trivial de dos compañeros que
hace tiempo que no se veían. No quiero proyectar mi rabia y frustración sobre
alguien que lo está pasando tan mal como yo. Los culpables del desaguisado que
vivimos no deben apuntarse el tanto del mal rollo entre nosotros, que ya
tenemos bastante con las declaraciones de las arquiestrellas y las luchas en los
colegios profesionales.
Sin
embargo, he de reconocer que algo parece moverse en la actualidad, casi
imperceptiblemente, aunque no se hacia donde, si es un vaivén que nos devuelve
constantemente al punto de partida o si solo es una ilusión. En un mes he recibido
más peticiones de ofertas de honorarios para pequeñas reparaciones, informes de
evaluación de edificios, estudios de rehabilitación energética y para posibles
subvenciones que aun no han salido publicadas en boletines oficiales que
durante todo el año pasado. Parece como si alguien quisiera decir basta a la
inactividad que nos abruma aun sabiendo que no hay dinero para hacer nada, y
mucho menos para pagar los ridículos honorarios que pedimos…cuando los pedimos.
¿Es
esto la luz al final del túnel? ¿Un inequívoco indicio de que estamos saliendo
de la crisis? ¡No! ¡En absoluto! Es la expresión clara y manifiesta de que las
cosas no pueden ir ya peor, del deseo de un cambio de rumbo, de un
desanquilosamiento, si así podemos llamarlo, de la actividad de la arquitectura
y la construcción que hace que muchos de sus agentes nos movamos ofreciendo
nuestros servicios a quienes los necesitan, en el campo que creemos puede
generar actividad próximamente, la rehabilitación, a sabiendas de que no tienen
recursos para sufragarlos aunque obtuviesen las ayudas que se anuncian para
mañana. Y en esta lucha estamos, abandonados por los colegios profesionales, al
albur del tempo electoral de los políticos y victimas del doble lenguaje de los
bancos que amagan diciendo que quieren ayudar al emprendimiento cuando en el
fondo lo que buscan es conservar a su clientela a la vez que atraer nuevos
clientes que aporten sus pequeños fondos sin ofrecerles nada a cambio.
¿Qué
he ganado con esto? ¿Honorarios? No, sin duda, que a la mayoría les parecen muy
caros y los rechazan, por lo que sigo sin apenas trabajo. ¿Aprecio de los
posibles clientes? Sólo de los más informados, ya que en general nadie les ha
hablado de la ley de las “tres erres”, ni de las ventajas de la rehabilitación
energética, de las bondades del ahorro energético o de los beneficios
ambientales y económicos de la eficiencia energética, y sólo ven en nuestras
propuestas un interés por sacarles su escaso dinero. He hecho, y me he
propuesto seguir haciendo, una siembra que sólo germinará si el poder político,
y sobre todo el económico, quieren que lo haga. Y eso es lo que he ganado.
Pero
este trabajo sin remuneración que, como muchos compañeros, estoy realizando ha
tenido el efecto de hacerme tomar conciencia de los daños que la inactividad ha
provocado en el sistema productivo de los arquitectos, reafirmándome en la
opinión de que los pequeños despachos hemos de evolucionar si queremos
subsistir cuando se recupere la actividad, sea esta la que sea, so pena de
estar abocados a diseñar la caseta del perro y su eficiencia energética. Aunque
nunca hemos dejado de realizar cursillos sobre los nuevos requerimientos de la
construcción y los programas informáticos que generalmente los sustentan,
la gran avalancha de cambios normativos que hemos sufrido, su rapidez de
implementación en una época en que no hemos tenido donde aplicarlos nos ha
superado, impidiendo la correcta y sosegada asimilación de conceptos y
procedimientos que hemos aceptado sin apenas crítica ni discusión, provocando
nuestra inseguridad hasta para saber como rellenar cada casilla del programa
informático de turno. ¡Triste tiempo en que no aprendemos a calcular sino a
manejar programas!
Mi
pequeño despacho, ahora unipersonal, debería hacer un esfuerzo descomunal para
sacar adelante varios de los trabajos a los que opto, con la calidad que me
exijo a mi mismo y con la celeridad que la concesión de las subvenciones suele
requerir, si tuviera la suerte de que los clientes me contrataran. Yo he optado
por la interdisciplinariedad, y cuento con otros profesionales, arquitectos
técnicos e ingenieros, que siendo grandes profesionales con dilatada
experiencia, son principalmente amigos y compañeros de trabajo desde hace
muchos años, que están pasando las mismas penalidades que yo y con los que
comparto los mismos principios: la conciencia de la función social de nuestras
disciplinas, el amor por el trabajo bien hecho, el respeto por la especificidad
de la profesión de cada uno y la necesidad de seguir avanzando en nuestra vida
profesional colaborando para ofrecer el servicio que la sociedad nos va a
reclamar de ahora en adelante. Y en esta manera de trabajar confío, para ahora
y para el futuro. Es mi apuesta.
No me
cabe duda que alguno de los trabajos que persigo caerá en nuestro despacho. Y
tampoco que el esfuerzo físico y mental que habremos de hacer para sacar
correctamente el encargo en tiempo, contenido, coste y forma será muy
importante, máxime viniendo de la situación de la que venimos. Estoy seguro de
que lo haremos, ¡siempre, desde nuestra época de estudiantes, lo hemos hecho! ¡Aunque
estemos una semana sin dormir!
Por
eso, cuando me encuentro con un compañero le pregunto por la salud, porque lo
que deseo es tanto que la situación actual no esté afectando al bien más
precioso como que tenga la fuerza suficiente para aguantar lo que, de una
manera u otra, para bien o para mal, nos espera en todos los aspectos de la
arquitectura. Así que, queridos compañeros y compañeras, considerando que ante
la que está cayendo solamente nos tenemos a nosotros
cuidaos que quedamos pocos de los buenos
P.D. Desgraciadamente
desde hace una semana me encuentro, familiarmente, entre quienes encaran en
primera línea la travesía de la existencia, sin nadie mayor a cuya experiencia recurrir,
o en quien encontrar el mismo sosiego que en la infancia nos provocaba la
presencia de nuestros padres. Se me fue el último apoyo y testimonio de la
generación de mis padres. Sirvan estas palabras de homenaje y recuerdo a
Consol, Consuelo, la madre de mi mujer.
Certero y genial, como siempre. Lamento tu pérdida, éstos son tiempos difíciles en los que se necesita el salvavidas emocional que sólo nuestros mayores saben darnos.
ResponderEliminarSlds
Hola Javier. Ni un pero a tu escrito, comulgo con todo lo que dices y por suerte de salud estoy bien. Un abrazo i fuerza!!!
ResponderEliminarJose Mª Escuer Munné.
Me ha gustado. Muy humano, cosa que a veces se echa de menos. Mis condolencias.
ResponderEliminarComo me encuentro en la misma situación, subscribo la totalidad de lo expuesto,somos muchos los afectados y me temo que para muchos no habrá solución en especial para los que superamos los 60
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