Hoy
he podido encontrar un rato para retomar éstos mis escritos ¡por un día
siquiera! Hace bastante que no escribo nada y, aunque no faltan temas sobre los
que podría tratar, siempre me digo que no tengo suficiente tiempo para hacerlo
con la mínima calidad y el rigor exigibles a todo aquél que plasma sus ideas, vivencias
y escasos conocimientos en textos de alcance público. Una desgana abúlica
parece haberse apoderado de mí en el estupor que acompaña este extraño final de
año en que coinciden la esperanza de un repunte laboral con la realidad de un
abundante trabajo residual mal pagado; la cercanía de una oportunidad de cambio
para un país hastiado de tanta corrupción y mentira con el autoprotector deseo inmovilista
que la propia mentira trata de inculcarnos con sus cantos de sirena sobre lo
bien que ya va todo para todos; el deseo de poder reorganizar un país sobre
bases justas y ajustadas a la idiosincrasia de los pueblos que lo forman con el
miedo a que las tensiones territoriales acaben con él; el ansia de libertad en
todos los ámbitos de nuestra vida, en un mundo interconectado, con la necesidad
de seguridad restrictiva de nuestros actos para asegurarlos en todo momento y
lugar; el dolor por las víctimas de la maldad humana cuando las percibimos
parecidas y cercanas a nosotros, con la indiferencia por las mismas si las
consideramos diferentes y lejanas…El pasmo que me provocan estas dicotomías me
lleva a pensar que los poderes que nos gobiernan, algunos por nuestro mandato
cuasi directo, manipulan a su antojo las circunstancias que nos rodean con el
único fin de crear una interesada visión de la realidad y provocar
Representar
la realidad recreando las cosas, la conmensuración de sus partes y su relación
con las demás. Tal podríamos definir el objeto de la perspectiva, con el
añadido de buscar un equilibrio en la relación tácita entre la objetividad del
autor y la capacidad de fascinación del observador: dependerá de la armonía
entre los términos de esa relación, de su complicidad, que la representación
sea más o menos afortunada, más o menos aberrante, más o menos realista.
Como
ciudadanos tenemos la doble condición de observadores de la representación perspectiva
de la realidad general de nuestra sociedad y de actores en la misma, pero apenas
podemos intervenir en la elección del tipo de perspectiva y de los elementos
que la definen y caracterizan. Por otra parte, cada persona posee una visión
propia y exclusiva del mundo, en algún caso excluyente de otras. El ideal de
una representación conjunta de lo que percibimos con todos los puntos de vista
individuales actuando de modo simultáneo se convertiría en una inaprensible visión
“enedimensional” de la realidad, que a mí personalmente se me antoja fractal,
caóticamente perfecta y absolutamente inútil.
Se
hace necesario establecer una convención social por la que las personas
elijamos el tipo de perspectiva con la que intentar plasmar la sociedad en que
vivimos al objeto de obtener la representación más perfecta posible de la misma
que nos permita su conocimiento y el de las circunstancias que nos rodean para
proceder a su constante modelado y mejora.
Como
arquitecto nunca me ha emocionado la perspectiva cónica, con su apuesta
interesada por representar una idea determinada de la realidad, cambiante a
nuestro antojo según los puntos de fuga, y con la que pretendemos vender un
determinado aspecto del proyecto con la coartada del realismo de la
representación; y mucho menos la central, con un punto de observación
inalterable y un foco fijo que casi convierte al espectador en acémila obligada
a mirar al frente por unas anteojeras que dificultan la percepción de lo que
nos rodea. Valoro, sin embargo, esos croquis perspectivos a mano alzada, muchas
veces en esquinas de papeles que amenazan con perderse en el desorden de
nuestras mesas de trabajo, que algunos como yo nos cuidamos de no enseñar a
nadie, por considerarlos parte de nuestra intimidad o por los creerlos muy
malos, pero que constituyen perfectos esbozos imperfectos de aspectos puntuales
del proyecto.
Siempre
he preferido la perspectiva axonométrica, que considero más sincera y objetiva por
conservar las proporciones de los objetos en las tres dimensiones del espacio;
porque las líneas paralelas en la realidad lo son realmente en su
representación, y porque la escala del objeto representado no depende de su
distancia al observador, pareciendo que éste estuviera en el infinito. Unas
veces he utilizado la isométrica, otras la caballera, en otras he omitido los
coeficientes de reducción pudiendo medir en verdadera magnitud en los tres
ejes. La axonometría ha sido para mí tanto una representación de los objetos en
el espacio como una herramienta técnica con la que objetivar sus
relaciones propias y entre sí.
En un momento profesional en que las herramientas informáticas han sustituido al paralex, la escuadra, el cartabón y el estilografo para trazar nuestros dibujos, hablar de perspectivas, cuando las representaciones en 3D permiten crear figuraciones absolutamente perfectas, parece remitirnos a la nostalgia de tiempos pasados hoy obsoletos y manifestar que, profesionalmente, nos hemos quedado estancados. Puede que así sea, pero tanta perfección, tanto realismo, hiperrealismo en ocasiones, me sugiere frialdad y empobrecimiento humanista, signos de un tiempo en que la complicidad entre la objetividad del autor y la capacidad de fascinación del observador ha desaparecido, con el consiguiente empobrecimiento del sentimiento y percepción humanos.
El
país en que vivimos, que todavía puede llamarse con propiedad España, afronta
este final de año una delicada elección que determinará el rumbo que marcarán quienes
gobiernen a partir de enero. No me fío de nadie, de unos muchísimo menos que de
otros, y hace tiempo que trato de afinar mi propia aguja de marear para acompasar
mi vida a los vaivenes políticos, muchas veces incomprensibles y siempre criticables,
de nuestros gobernantes. Las circunstancias que nos rodean hacen que la de este
año 2015 sea una elección crucial y difícil.
En
breve todas las formaciones políticas nos enseñaran, algunas lo vienen haciendo
hace meses, sus dibujos perspectivos sobre el estado en que se encuentra el
país y sus fabulaciones de cómo lo dejaran si siguen gobernando, si acceden de
nuevo al gobierno o si gobiernan por primera vez. Se nos presentará una gran
variedad de perspectivas coincidentes en falsear, de modo interesado, la
realidad de la que somos protagonistas, realizadas por hábiles dibujantes cuyo
objetivo es engañar nuestro entendimiento forzando los puntos de fuga, la
distancia al plano del cuadro y la altura del observador ¡incluso se de algunos
que no dudarán en utilizar una hiperrealista infografía!
Por
tanto tenemos un problema del que sólo se sale con la habilidad de unos ojos
acostumbrados a detectar trampas visuales y una mente capaz de recomponer interiormente
la posición y proporciones verdaderas de los elementos que componen la realidad.
Desgraciadamente, nuestra capacidad de diseccionar perspectivas, está muy
agotada por años de trampantojos, algunos consentidos, en los que nos hemos
complacido más o menos voluntariamente, y por una muy dura situación socioeconómica
que es parte de lo que algunos quieren ocultar. Por eso prefiero examinar una
serie de pequeños “monos” a mano alzada, espontánea y sincera, que una
infografía obtenida con el más moderno programa informático.
La
campaña electoral coincide este año con la de Navidad. Va a ser duro. Consolémonos pensando
que, entre informativo e informativo electoral
SIEMPRE NOS QUEDARÁN LOS ANUNCIOS DE PERFUME
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