lunes, 16 de diciembre de 2013

CARTA DE UN ARQUITECTO A LOS REYES MAGOS

Queridos Reyes Magos:

Aunque ya hace muchos años que no os escribo, en este 2013 que ya termina he decidido dirigirme a vosotros de nuevo para solicitar vuestra intervención. No se si me recordareis, pero soy aquel niño que una vez os pidió repetidamente el juego “El alunizaje” de Comansi (“juguete completo, juguete Comansi” ¡Dios, si han pasado años!) y que os escribió una carta de agradecimiento por haber accedido a mi petición; quizás me recordéis más por la ayuda que no hace muchos años os prestaba para que consiguierais los regalos de mis hijos…No se si sabréis que soy Arquitecto, y que en estos últimos años el país donde vivo está padeciendo una grave crisis económica y moral que afecta gravemente a mi profesión y, desgraciadamente, a otras muchas, ¡casi todas en realidad!. ¡Claro que lo sabéis, sois magos! La situación se está volviendo tan angustiosa y profesionalmente me siento tan solo que, aun avergonzado porque soy consciente de que hay muchas personas que lo están pasando bastante peor que yo, que se cambiarían sin dudar por mí al considerarme no sin razón un privilegiado, y que necesitan inmediatamente ayuda y medios para subsistir físicamente o para tener un techo donde vivir, he decidido solicitar vuestra mágica colaboración, por lo que os escribo la presente





Os escribo esta carta, majestades, como arquitecto, a título personal, ya que no represento a nadie más que a mí, y yo no soy más que uno del montón. Y esa circunstancia es parte del problema: la mayoría de profesionales como yo no nos sentimos adecuadamente representados ni defendidos por casi nadie, especialmente por los Colegios Profesionales y el Consejo Superior. Además somos una profesión muy individualista, en la que cada uno recela del otro, y protege sus ideas y trabajo, cuando lo hay, encerrándose en torres de marfil más o menos grandes, más o menos lujosas, más o menos aisladas, en las que acabamos por crear mundos alternativos que, en el pasado reciente, hemos tratado de copiar sin concesiones en la realidad de los ciudadanos que viven a nuestro alrededor, donde las cosas tienen un precio que pagamos entre todos. Este ensimismamiento nos ha llevado a alejarnos de la sociedad, de sus problemas y anhelos y, ahora, carecemos de apoyo suficiente en la misma

Por otra parte, las autoridades que supuestamente rigen los destinos del país, parecen sentir una cierta inquina hacia nosotros los arquitectos, y después de haberse servido de algunos profesionales para materializar sus sueños de trascendencia, pretenden deshacerse de todos nosotros, ya seamos “mindundis” de la arquitectura o “arquiestrellas”, preparando leyes impensables para mentes debidamente amuebladas pero que, caso de salir adelante, terminarán también con la Arquitectura, con el consiguiente empobrecimiento y daño cultural de la sociedad.

El ambiente político global, en el que el capitalismo triunfante de las sacudidas del siglo XX, en sus versiones liberal y financiera, se ha convertido en ideología hegemónica en estos albores del siglo XXI, se muestra incapaz de percibir el abismo al que nos conduce y está dispuesto a sacrificar ante el dios mercado, una después de otra, las conquistas sociales que tanto costaron a tantos conquistar. La ideología dominante, trufada de corrupción y egoísmo, no ayuda a mantener un discurso arquitectónico crítico ni a recuperar la función social de la Arquitectura, sobre todo si además queremos sobrevivir al día a día a través de su ejercicio.

Yo, queridos reyes magos, he tratado de ejercer mi profesión durante este año 2013, y durante mi vida profesional anterior, de la mejor manera que sé, tratando de dar lo máximo de mí ante cualquier encargo de los pocos que he tenido, por pequeño que éste fuera; intentando empatizar con el cliente, ponerme en su lugar, dar respuesta a sus problemas. No se si lo he logrado, pero lo que si se es que mis fuerzas y recursos flaquean; que todos, clientes y arquitectos, nos estamos convirtiendo en lobos hambrientos que no dudamos en mordernos unos a otros en medio de una atroz lucha a dentelladas. Y por si fuera poco, me siento solo, sin la ayuda de las organizaciones profesionales que debieran ampararme, ni la de la sociedad a la que deseo servir y despreciado por los políticos y gobernantes.

Por eso he decidido escribiros. Y solicitaros cosas que, lejos de servirme particularmente, creo que podrían ser beneficiosas para muchos más. Lo fácil sería deciros: “quiero un proyecto espectacular con unos honorarios de ensueño”, pero soy consciente de mis limitaciones, de mis capacidades, y creo que esa petición sería repetir el error que nos ha traído hasta aquí. Quiero hacer arquitectura sin prisas, la que cala en la vida cotidiana de las personas y te hace feliz, la que conecta con su historia, la que reclama el espíritu del lugar; quiero ser arquitecto de cabecera, de proximidad, de cercanía. Y para ello se precisan intangibles, esos que quizás sólo un toque de vuestra magia puede ayudarnos a restablecer, poco a poco, en nuestra sociedad.

Ya se que he dicho en algún lugar que en arquitectura sólo se puede ser ateo, y que vosotros tenéis una cierta relación con la divinidad. Os pido comprensión a mi manera de pensar, y creo que la voy a tener, ya que es Navidad, sois magos y vuestra magia sólo es posible con nuestra ayuda.

He aquí mi lista de regalos, a la que sin duda podrían añadirse más deseos:


Lo primero que me gustaría pediros es inteligencia, imaginación, voluntad y decisión en los centros de poder para encontrar una nueva fuente, o fuentes, de trabajo justo, sostenible y duradero para todo el país, fundamentada en la investigación, la innovación, el conocimiento de nuestras virtudes y defectos y el respeto a la persona y el entorno natural, que permita encaminar los esfuerzos de la sociedad hacia una meta clara y determinada y asumida como propia. No saldremos de la crisis facilitando el despido, rebajando salarios, recortando derechos y salvaguardando privilegios financieros, o con cualquier otra medida, si no sabemos a qué nos dedicamos, para qué lo hacemos y para quién son los beneficios: sólo sabiendo qué queremos hacer como sociedad, a qué queremos aplicar nuestros esfuerzos productivos, y como debemos aplicar los réditos obtenidos, podremos tratar de obtener un fruto colectivo de nuestro trabajo.

Respecto a nuestra labor como arquitectos os pido que los gobernantes del estado, comunidades autónomas, ciudades y pueblos no intenten repetir, como parecería la intención de algunos, la burbuja inmobiliaria que nos ha traído hasta aquí: habrá que prever, proyectar y construir nuevas edificaciones ¡si! pero sólo en la medida que sean necesarias y cuando realmente se precisen.

Os pido que colaboréis con nosotros en volver los ojos al patrimonio construido, ese en el que habitamos todos y que constituye la pasta que moldea nuestras ciudades, y que es preciso adaptar a las exigencias de seguridad, confort, eficiencia y sostenibilidad que todos reclamamos y merecemos. La ciudad es el lugar social por excelencia y debemos de renunciar a considerarla un producto de consumo de usar y tirar, con unos reducidos tiempos de vida útil. Toda obra humana tiene una duración, pero los edificios pueden y deben, en general, trascender a varias generaciones, y por el esfuerzo efectuado por sus compradores, no deben tener una obsolescencia programada dirigida a perpetuar los procesos constructivos.

Me gustaría, estimados magos, que las actuaciones que se plantearan en los entornos urbanos degradados y obsoletos tuviera como objeto principal las personas y la ciudad considerada como un organismo colectivo. Tengo miedo que las leyes que se están planteando tengan como fin plusvalías inmediatas y beneficios injustos de corporaciones de las que nadie conozca su voluntad y objetivos, sobre todo si consideramos que quienes habitan en los barrios más necesitados de intervención son quienes menos recursos tienen y más ayuda precisan, quizás la nuestra, la de los arquitectos.

Ayudad a la profesión a tomar conciencia de la complejidad que está adquiriendo el proceso constructivo, al que cada vez menos podremos atender como únicos responsables de todo. Nuestra formación profesional es muy completa y abarca todos los campos de la construcción y sus instalaciones, pero se hace necesaria una especialización en los diversos apartadosdel proceso edilicio que permita que todos los responsables hablemos el mismo idioma, el de la Arquitectura.

Aunque ya sabéis que soy un arquitecto francotirador, me gustaría que me iluminaseis para tomar la decisión adecuada respecto qué campo de la arquitectura debo elegir como mi especialidad de aquí hasta mi natural cese de actividad. Ya tengo una cierta edad y he luchado en muchas batallas y escaramuzas, pero esta guerra es distinta y nada volverá a ser igual y aunque hay dos o tres campos de actuación en los que considero poseer bastante experiencia, tengo miedo de volcar en ellos mis esfuerzos profesionales y equivocarme, ya que requieren una relativamente importante inyección de dineros de los que actualmente carezco o prefiero dedicar a los miembros más jóvenes de mi familia.

Ayudadnos a tomar conciencia de la Función Social de la Arquitectura y de la responsabilidad que en este aspecto tenemoscomo arquitectos, tan importante como la responsabilidad civil que asumimos conscientemente y tanto sacrificio nos cuesta pero sin coste económico alguno para nuestros bolsillos. Ejercer nuestra profesión de un modo cercano, implicado con la sociedad, consciente de su historia y futuro...¡Quisiéramos ser cada vez más arquitectos de cercanía y proximidad, arquitectos de cabecera!

Nos gustaría que la sociedad asumiera la importancia de la Arquitectura para su desarrollo y bienestar físico, cultural e intelectual; que los gobernantes recurrieran a nosotros para buscar solución a los problemas de alojamiento, desarrollo humano, calidad de vida y bienestar de las personas guiados por la búsqueda del bien común y enriquecimiento social antes que por su afán de trascendencia personal o de partido, y muchos menos por otros motivos inconfesables. Nos gustaría sentirnos socialmente necesarios como profesionales pero nunca burocráticamente obligatorios como técnicos.

Creo que sólo la magia podría vencer la individualidad de los profesionales de la arquitectura, y por eso, Magos de Oriente, os pido que nos ayudéis a tomar conciencia de colectivo, de grupo social, de que sólo unidos podremos luchar con perspectiva de éxito en defensa de nuestros derechos y dignidad profesional sin caer en fáciles corporativismos. Con vuestra colaboración podríamos convertir los Colegios profesionales en organizaciones que luchen por los legítimos derechos de los arquitectos y desde la que realizar la catarsis profesional tan necesaria para establecer una nueva relación con la sociedad, ofreciendo un diálogo sincero que recuperela confianza mutua que nunca debió perderse.

También nos gustaría que todos tomásemos conciencia de la importancia de los tiempos en los proyectos de arquitectura. Salvo en casos de urgente necesidad ¿Sería posible introducir el concepto de Arquitectura sin prisas, o Arquitectura pausada, una “slow Architecture? Muchas de las propuestas arquitectónicas de los últimos años han carecido, a mi juicio del suficiente tiempo de maduración que ha producido debilidades en la solidez teórica constructiva y funcional de los  edificios, lo que unido a unos plazos de ejecución apresuradísimos ha generado numerosos problemas técnicos, formales y, finalmente, de durabilidad. Soy consciente de que los arquitectos manejamos el dinero de otros y que la sociedad actual exige unos plazos para la obtención de beneficios; pero esta exigencia no puede alcanzar los ritmos inhumanos que se nos exige, sin lógica distinta a la económica, cada vez con más frecuencia. Una completa y meditada concepción del proyecto de arquitectura en los aspectos teóricos, funcionales y constructivos, unida una cuidadosa ejecución y dirección técnica garantizan unos resultados positivos muchas veces impensables para todos los agentes implicados en el proceso, incluso desde el punto de vista económico.


También nos gustaría, majestades, que confortarais a tanto pequeño constructor, tanto albañil de nuestros pueblos, en Aragón o en otras tierras, que ha trabajado duro toda su vida, a veces siguiendo la tradición familiar, depositarios de conocimientos y técnicas de construcción tradicionales, adaptadas a su lugar de vida, y que sienten que esos conocimientos se están perdiendo, porqué no tienen a nadie a quienes transmitirlos y porque creen que son muy pocos a los que les importa su pérdida. Transmitidles nuestro agradecimiento por habernos mostrado esas técnicas, por haberlas utilizado en nuestras pequeñas obras, por enseñarnos como se debe trabajar con los medios que nos proporciona el entorno y decidles que gracias a ellos sus pueblos y la sociedad entera es más rica.

También nos gustaría que la sociedad reconociera a otras profesiones, muy cercanas a la nuestra, con las que convivimos en algunos campos de nuestra actividad como arquitectos y que, sin su ayuda y labor profesional no podríamos llevar a buen fin la nuestra: arqueólogos, historiadores, geólogos, hidrogeólogos, petrólogos…y alguna otra que me olvido. Y como no, también nos gustaría que iluminaseis a los colegios de ingenieros, cuyos profesionales realizan una clara y específica labor en nuestros edificios necesaria en un mundo cada vez más complejo y que requiere de trabajos muy específicos.

Finalmente, queridos Melchor, Gaspar y Baltasar, me gustaría volver a divertirme, siquiera una vez más, en el ejercicio de la Arquitectura, puesto que hace años que el trabajo que realizo en mi estudio es muy árido, monótono, desagradable, triste, ingrato y controvertido. Ya se que esto es lo que me ha dado de comer hasta ahora durante lo que llevamos de crisis, pero por una vez me gustaría cambiar las reparaciones, informes y peritajes por un pequeño proyecto creativo, por nimio que fuera.


No se si me he pasado pidiendo cosas. No todas son para mí, aunque todas me beneficiarían. Yo soy consciente de mi valía, de mis límites. Haced lo que podáis, yo os lo agradeceré igual. Y aunque vuestra magia se vea superada y nuestra ayuda no sea suficiente para materializar lo que os pido, lograr algo de lo anterior podría ser el punto de apoyo para establecer un nuevo paradigma profesional que nos beneficie a todos, arquitectos y no arquitectos. Ya se que nada volverá a ser como antes pero si no logramos revertir la situación, el futuro de los arquitectos no pinta bien.

Yo, en el salón de mi casa os dejaré, la noche del cinco de enero, algún pequeño detalle para vosotros y vuestros ayudantes. ¡Sí, también para los camellos! ¡Como siempre se ha hecho en mi casa! Se me olvidaba pediros un pequeño último favor: que esta carta sirva de felicitación navideña a todos mis compañeros de profesión, especialmente a quienes he podido llegar con alguno de mis escritos, y a todos aquéllos que pudieran leer estas líneas. A todos


FELIZ NAVIDAD Y QUE EL AÑO 2014 OS SEA PROPICIO


P.D.

 Me gustaría que quienes lean mi carta, arquitectos o no, la completen y añadan más deseos a la misma si así lo creen conveniente. Eso facilitará vuestra labor para entender muchas de mis peticiones, ya que, sin duda, los nuevos deseos obedecerán a las mismas necesidades y problemas que yo he planteado y he tratado de plasmar por escrito de la mejor manera que he sabido, pero también plantearan nuevas peticiones para resolver otros problemas igualmente importantes. Las nuevas tecnologías permiten hacer esto, vía Facebook, Linkedin, Blogger o correo electrónico y más medios. Cuanto más completa sea la carta, mejor para todos, desde vosotros a vuestros ayudantes, que no se porqué me da somos nosotros.

1 comentario:

  1. Me parece muy apropiado el apunte sobre los albañiles y pequeños constructores. Especialmente en obras de rehabilitación, sobre todo si se trata de arquitectura tradicional, los arquitectos deberíamos ir a las obras con menos prepotencia y con más humildad y ganas de aprender.
    Y por otro lado, también me ha parecido importante la cita a la redefinición de las responsabilidades. Esto, bien estudiado y debatido, puede ser un posible camino alternativo al actual borrador de la LSP. Sin olvidar que los arquitectos somos técnicos, no es menos cierto que en repetidas ocasiones otros profesionales colaboran o redactan partes de un proyecto, y acabamos responsabilizándonos nosotros, muchas veces sin los conocimientos suficientes (a mi se me ocurre que un proyecto básico siga siendo terreno exclusivo de los arquitectos, y el resto pueda ser redactado por otros profesionales, son firma y responsabilidad, por supuesto).
    Bueno,que el 2014 sea propicio para todos.
    J. Benito Davila
    Ribadavia (Ourense)

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