Queridos
Reyes Magos:
Aunque
ya hace muchos años que no os escribo, en este 2013 que ya termina he decidido
dirigirme a vosotros de nuevo para solicitar vuestra intervención. No se si me
recordareis, pero soy aquel niño que una vez os pidió repetidamente el juego “El
alunizaje” de Comansi (“juguete completo, juguete Comansi” ¡Dios, si han pasado
años!) y que os escribió una carta de agradecimiento por haber accedido a mi petición;
quizás me recordéis más por la ayuda que no hace muchos años os prestaba para
que consiguierais los regalos de mis hijos…No se si sabréis que soy Arquitecto,
y que en estos últimos años el país donde vivo está padeciendo una grave crisis
económica y moral que afecta gravemente a mi profesión y, desgraciadamente, a
otras muchas, ¡casi todas en realidad!. ¡Claro que lo sabéis, sois magos! La
situación se está volviendo tan angustiosa y profesionalmente me siento tan
solo que, aun avergonzado porque soy consciente de que hay muchas personas que
lo están pasando bastante peor que yo, que se cambiarían sin dudar por mí al
considerarme no sin razón un privilegiado, y que necesitan inmediatamente ayuda
y medios para subsistir físicamente o para tener un techo donde vivir, he
decidido solicitar vuestra mágica colaboración, por lo que os escribo la
presente
Os escribo esta carta, majestades, como arquitecto, a título personal, ya que no represento a nadie más que a mí, y yo no soy más que uno del montón. Y esa circunstancia es parte del problema: la mayoría de profesionales como yo no nos sentimos adecuadamente representados ni defendidos por casi nadie, especialmente por los Colegios Profesionales y el Consejo Superior. Además somos una profesión muy individualista, en la que cada uno recela del otro, y protege sus ideas y trabajo, cuando lo hay, encerrándose en torres de marfil más o menos grandes, más o menos lujosas, más o menos aisladas, en las que acabamos por crear mundos alternativos que, en el pasado reciente, hemos tratado de copiar sin concesiones en la realidad de los ciudadanos que viven a nuestro alrededor, donde las cosas tienen un precio que pagamos entre todos. Este ensimismamiento nos ha llevado a alejarnos de la sociedad, de sus problemas y anhelos y, ahora, carecemos de apoyo suficiente en la misma
Por
otra parte, las autoridades que supuestamente rigen los destinos del país,
parecen sentir una cierta inquina hacia nosotros los arquitectos, y después de
haberse servido de algunos profesionales para materializar sus sueños de trascendencia,
pretenden deshacerse de todos nosotros, ya seamos “mindundis” de la
arquitectura o “arquiestrellas”, preparando leyes impensables para mentes
debidamente amuebladas pero que, caso de salir adelante, terminarán también con
la Arquitectura, con el consiguiente empobrecimiento y daño cultural de la
sociedad.
El
ambiente político global, en el que el capitalismo triunfante de las sacudidas
del siglo XX, en sus versiones liberal y financiera, se ha convertido en
ideología hegemónica en estos albores del siglo XXI, se muestra incapaz de
percibir el abismo al que nos conduce y está dispuesto a sacrificar ante el
dios mercado, una después de otra, las conquistas sociales que tanto costaron a
tantos conquistar. La ideología dominante, trufada de corrupción y egoísmo, no
ayuda a mantener un discurso arquitectónico crítico ni a recuperar la función
social de la Arquitectura, sobre todo si además queremos sobrevivir al día a
día a través de su ejercicio.
Yo,
queridos reyes magos, he tratado de ejercer mi profesión durante este año 2013,
y durante mi vida profesional anterior, de la mejor manera que sé, tratando de
dar lo máximo de mí ante cualquier encargo de los pocos que he tenido, por
pequeño que éste fuera; intentando empatizar con el cliente, ponerme en su
lugar, dar respuesta a sus problemas. No se si lo he logrado, pero lo que si se
es que mis fuerzas y recursos flaquean; que todos, clientes y arquitectos, nos
estamos convirtiendo en lobos hambrientos que no dudamos en mordernos unos a
otros en medio de una atroz lucha a dentelladas. Y por si fuera poco, me siento
solo, sin la ayuda de las organizaciones profesionales que debieran ampararme,
ni la de la sociedad a la que deseo servir y despreciado por los políticos y
gobernantes.
Por
eso he decidido escribiros. Y solicitaros cosas que, lejos de servirme
particularmente, creo que podrían ser beneficiosas para muchos más. Lo fácil
sería deciros: “quiero un proyecto espectacular con unos honorarios de
ensueño”, pero soy consciente de mis limitaciones, de mis capacidades, y creo
que esa petición sería repetir el error que nos ha traído hasta aquí. Quiero
hacer arquitectura sin prisas, la que cala en la vida cotidiana de las personas
y te hace feliz, la que conecta con su historia, la que reclama el espíritu del
lugar; quiero ser arquitecto de cabecera, de proximidad, de cercanía. Y para ello se precisan intangibles,
esos que quizás sólo un toque de vuestra magia puede ayudarnos a restablecer,
poco a poco, en nuestra sociedad.
Ya se
que he dicho en algún lugar que en arquitectura sólo se puede ser ateo, y que vosotros tenéis una cierta
relación con la divinidad. Os pido comprensión a mi manera de pensar, y creo
que la voy a tener, ya que es Navidad, sois magos y vuestra magia sólo es
posible con nuestra ayuda.
He
aquí mi lista de regalos, a la que sin duda podrían añadirse más deseos:
Lo
primero que me gustaría pediros es inteligencia, imaginación, voluntad y decisión
en los centros de poder para encontrar una nueva fuente, o fuentes, de trabajo
justo, sostenible y duradero para todo el país, fundamentada en la
investigación, la innovación, el conocimiento de nuestras virtudes y defectos y
el respeto a la persona y el entorno natural, que permita encaminar los
esfuerzos de la sociedad hacia una meta clara y determinada y asumida como
propia. No saldremos de la crisis facilitando el despido, rebajando salarios, recortando derechos y salvaguardando privilegios financieros, o con cualquier otra medida, si no sabemos a
qué nos dedicamos, para qué lo hacemos y para quién son los beneficios: sólo sabiendo
qué queremos hacer como sociedad, a qué queremos aplicar nuestros esfuerzos
productivos, y como debemos aplicar los réditos obtenidos, podremos tratar de obtener
un fruto colectivo de nuestro trabajo.
Respecto
a nuestra labor como arquitectos os pido que los gobernantes del estado,
comunidades autónomas, ciudades y pueblos no intenten repetir, como parecería
la intención de algunos, la burbuja inmobiliaria que nos ha traído hasta aquí:
habrá que prever, proyectar y construir nuevas edificaciones ¡si! pero sólo en
la medida que sean necesarias y cuando realmente se precisen.
Os
pido que colaboréis con nosotros en volver los ojos al patrimonio construido,
ese en el que habitamos todos y que constituye la pasta que moldea nuestras
ciudades, y que es preciso adaptar a las exigencias de seguridad, confort,
eficiencia y sostenibilidad que todos reclamamos y merecemos. La ciudad es el
lugar social por excelencia y debemos de renunciar a considerarla un producto
de consumo de usar y tirar, con unos reducidos tiempos de vida útil. Toda obra
humana tiene una duración, pero los edificios pueden y deben, en general,
trascender a varias generaciones, y por el esfuerzo efectuado por sus
compradores, no deben tener una obsolescencia programada dirigida a perpetuar los
procesos constructivos.
Me
gustaría, estimados magos, que las actuaciones que se plantearan en los
entornos urbanos degradados y obsoletos tuviera como objeto principal las
personas y la ciudad considerada como un organismo colectivo. Tengo miedo que las
leyes que se están planteando tengan como fin plusvalías inmediatas y beneficios
injustos de corporaciones de las que nadie conozca su voluntad y objetivos,
sobre todo si consideramos que quienes habitan en los barrios más necesitados
de intervención son quienes menos recursos tienen y más ayuda precisan, quizás
la nuestra, la de los arquitectos.
Ayudad
a la profesión a tomar conciencia de la complejidad que está adquiriendo el
proceso constructivo, al que cada vez menos podremos atender como únicos responsables
de todo. Nuestra formación profesional es muy completa y abarca todos los
campos de la construcción y sus instalaciones, pero se hace necesaria una especialización en los diversos apartadosdel proceso edilicio que permita que todos los responsables hablemos el
mismo idioma, el de la Arquitectura.
Aunque
ya sabéis que soy un arquitecto francotirador, me gustaría que me iluminaseis
para tomar la decisión adecuada respecto qué campo de la arquitectura debo
elegir como mi especialidad de aquí hasta mi natural cese de actividad. Ya
tengo una cierta edad y he luchado en muchas batallas y escaramuzas, pero esta
guerra es distinta y nada volverá a ser igual y aunque hay dos o tres campos de
actuación en los que considero poseer bastante experiencia, tengo miedo de
volcar en ellos mis esfuerzos profesionales y equivocarme, ya que requieren una
relativamente importante inyección de dineros de los que actualmente carezco o
prefiero dedicar a los miembros más jóvenes de mi familia.
Ayudadnos
a tomar conciencia de la Función Social de la Arquitectura y de la responsabilidad que en este aspecto tenemoscomo arquitectos, tan importante como la responsabilidad civil que asumimos
conscientemente y tanto sacrificio nos cuesta pero sin coste económico alguno
para nuestros bolsillos. Ejercer nuestra profesión de un modo cercano,
implicado con la sociedad, consciente de su historia y futuro...¡Quisiéramos ser cada vez más arquitectos de cercanía y proximidad, arquitectos de cabecera!
Nos
gustaría que la sociedad asumiera la importancia de la Arquitectura para su
desarrollo y bienestar físico, cultural e intelectual; que los gobernantes
recurrieran a nosotros para buscar solución a los problemas de alojamiento, desarrollo
humano, calidad de vida y bienestar de las personas guiados por la búsqueda del
bien común y enriquecimiento social antes que por su afán de trascendencia
personal o de partido, y muchos menos por otros motivos inconfesables. Nos
gustaría sentirnos socialmente necesarios como profesionales pero nunca
burocráticamente obligatorios como técnicos.
Creo
que sólo la magia podría vencer la individualidad de los profesionales de la
arquitectura, y por eso, Magos de Oriente, os pido que nos ayudéis a tomar
conciencia de colectivo, de grupo social, de que sólo unidos podremos luchar con
perspectiva de éxito en defensa de nuestros derechos y dignidad profesional sin
caer en fáciles corporativismos. Con vuestra colaboración podríamos convertir
los Colegios profesionales en organizaciones que luchen por los legítimos
derechos de los arquitectos y desde la que realizar la catarsis profesional tan
necesaria para establecer una nueva relación con la sociedad, ofreciendo un diálogo sincero que recuperela confianza mutua que nunca debió perderse.
También
nos gustaría que todos tomásemos conciencia de la importancia de los tiempos en
los proyectos de arquitectura. Salvo en casos de urgente necesidad ¿Sería posible
introducir el concepto de Arquitectura sin prisas, o Arquitectura pausada, una
“slow Architecture? Muchas de las propuestas arquitectónicas de los últimos
años han carecido, a mi juicio del suficiente tiempo de maduración que ha
producido debilidades en la solidez teórica constructiva y funcional de los edificios, lo que unido a unos plazos de
ejecución apresuradísimos ha generado numerosos problemas técnicos, formales y,
finalmente, de durabilidad. Soy consciente de que los arquitectos manejamos el
dinero de otros y que la sociedad actual exige unos plazos para la obtención de
beneficios; pero esta exigencia no puede alcanzar los ritmos inhumanos que se
nos exige, sin lógica distinta a la económica, cada vez con más frecuencia. Una
completa y meditada concepción del proyecto de arquitectura en los aspectos
teóricos, funcionales y constructivos, unida una cuidadosa ejecución y
dirección técnica garantizan unos resultados positivos muchas veces impensables
para todos los agentes implicados en el proceso, incluso desde el punto de
vista económico.
También
nos gustaría, majestades, que confortarais a tanto pequeño constructor, tanto albañil de nuestros pueblos, en
Aragón o en otras tierras, que ha trabajado duro toda su vida, a veces
siguiendo la tradición familiar, depositarios de conocimientos y técnicas de
construcción tradicionales, adaptadas a su lugar de vida, y que sienten que
esos conocimientos se están perdiendo, porqué no tienen a nadie a quienes
transmitirlos y porque creen que son muy pocos a los que les importa su
pérdida. Transmitidles nuestro agradecimiento por habernos mostrado esas
técnicas, por haberlas utilizado en nuestras pequeñas obras, por enseñarnos
como se debe trabajar con los medios que nos proporciona el entorno y decidles
que gracias a ellos sus pueblos y la sociedad entera es más rica.
También
nos gustaría que la sociedad reconociera a otras profesiones, muy cercanas a la nuestra, con las que convivimos en algunos
campos de nuestra actividad como arquitectos y que, sin su ayuda y labor
profesional no podríamos llevar a buen fin la nuestra: arqueólogos,
historiadores, geólogos, hidrogeólogos, petrólogos…y alguna otra que me olvido.
Y como no, también nos gustaría que iluminaseis a los colegios de ingenieros,
cuyos profesionales realizan una clara y específica labor en nuestros edificios
necesaria en un mundo cada vez más complejo y que requiere de trabajos muy
específicos.
Finalmente,
queridos Melchor, Gaspar y Baltasar, me gustaría volver a divertirme, siquiera
una vez más, en el ejercicio de la Arquitectura, puesto que hace años que el
trabajo que realizo en mi estudio es muy árido, monótono, desagradable, triste,
ingrato y controvertido. Ya se que esto es lo que me ha dado de comer hasta
ahora durante lo que llevamos de crisis, pero por una vez me gustaría cambiar
las reparaciones, informes y peritajes por un pequeño proyecto creativo, por
nimio que fuera.
No se
si me he pasado pidiendo cosas. No todas son para mí, aunque todas me
beneficiarían. Yo soy consciente de mi valía, de mis límites. Haced lo que podáis,
yo os lo agradeceré igual. Y aunque vuestra magia se vea superada y nuestra
ayuda no sea suficiente para materializar lo que os pido, lograr algo de lo
anterior podría ser el punto de apoyo para establecer un nuevo paradigma
profesional que nos beneficie a todos, arquitectos y no arquitectos. Ya se que
nada volverá a ser como antes pero si no logramos revertir la situación, el
futuro de los arquitectos no pinta bien.
Yo,
en el salón de mi casa os dejaré, la noche del cinco de enero, algún pequeño
detalle para vosotros y vuestros ayudantes. ¡Sí, también para los camellos! ¡Como
siempre se ha hecho en mi casa! Se me olvidaba pediros un pequeño último favor:
que esta carta sirva de felicitación
navideña a todos mis compañeros de profesión, especialmente a quienes he podido
llegar con alguno de mis escritos, y a todos aquéllos que pudieran leer estas
líneas. A todos
FELIZ NAVIDAD Y QUE EL AÑO 2014 OS SEA PROPICIO
P.D.
Me gustaría que quienes lean mi carta, arquitectos o no, la completen y añadan
más deseos a la misma si así lo creen conveniente. Eso facilitará vuestra labor
para entender muchas de mis peticiones, ya que, sin duda, los nuevos deseos
obedecerán a las mismas necesidades y problemas que yo he planteado y he
tratado de plasmar por escrito de la mejor manera que he sabido, pero también
plantearan nuevas peticiones para resolver otros problemas igualmente
importantes. Las nuevas tecnologías permiten hacer esto, vía Facebook,
Linkedin, Blogger o correo electrónico y más medios. Cuanto más completa sea la
carta, mejor para todos, desde vosotros a vuestros ayudantes, que no se porqué
me da somos nosotros.
Me parece muy apropiado el apunte sobre los albañiles y pequeños constructores. Especialmente en obras de rehabilitación, sobre todo si se trata de arquitectura tradicional, los arquitectos deberíamos ir a las obras con menos prepotencia y con más humildad y ganas de aprender.
ResponderEliminarY por otro lado, también me ha parecido importante la cita a la redefinición de las responsabilidades. Esto, bien estudiado y debatido, puede ser un posible camino alternativo al actual borrador de la LSP. Sin olvidar que los arquitectos somos técnicos, no es menos cierto que en repetidas ocasiones otros profesionales colaboran o redactan partes de un proyecto, y acabamos responsabilizándonos nosotros, muchas veces sin los conocimientos suficientes (a mi se me ocurre que un proyecto básico siga siendo terreno exclusivo de los arquitectos, y el resto pueda ser redactado por otros profesionales, son firma y responsabilidad, por supuesto).
Bueno,que el 2014 sea propicio para todos.
J. Benito Davila
Ribadavia (Ourense)