lunes, 23 de noviembre de 2015

UN PROBLEMA DE PERSPECTIVA

Hoy he podido encontrar un rato para retomar éstos mis escritos ¡por un día siquiera! Hace bastante que no escribo nada y, aunque no faltan temas sobre los que podría tratar, siempre me digo que no tengo suficiente tiempo para hacerlo con la mínima calidad y el rigor exigibles a todo aquél que plasma sus ideas, vivencias y escasos conocimientos en textos de alcance público. Una desgana abúlica parece haberse apoderado de mí en el estupor que acompaña este extraño final de año en que coinciden la esperanza de un repunte laboral con la realidad de un abundante trabajo residual mal pagado; la cercanía de una oportunidad de cambio para un país hastiado de tanta corrupción y mentira con el autoprotector deseo inmovilista que la propia mentira trata de inculcarnos con sus cantos de sirena sobre lo bien que ya va todo para todos; el deseo de poder reorganizar un país sobre bases justas y ajustadas a la idiosincrasia de los pueblos que lo forman con el miedo a que las tensiones territoriales acaben con él; el ansia de libertad en todos los ámbitos de nuestra vida, en un mundo interconectado, con la necesidad de seguridad restrictiva de nuestros actos para asegurarlos en todo momento y lugar; el dolor por las víctimas de la maldad humana cuando las percibimos parecidas y cercanas a nosotros, con la indiferencia por las mismas si las consideramos diferentes y lejanas…El pasmo que me provocan estas dicotomías me lleva a pensar que los poderes que nos gobiernan, algunos por nuestro mandato cuasi directo, manipulan a su antojo las circunstancias que nos rodean con el único fin de crear una interesada visión de la realidad y provocar

¡UN PROBLEMA DE PERSPECTIVA!




Representar la realidad recreando las cosas, la conmensuración de sus partes y su relación con las demás. Tal podríamos definir el objeto de la perspectiva, con el añadido de buscar un equilibrio en la relación tácita entre la objetividad del autor y la capacidad de fascinación del observador: dependerá de la armonía entre los términos de esa relación, de su complicidad, que la representación sea más o menos afortunada, más o menos aberrante, más o menos realista.

Como ciudadanos tenemos la doble condición de observadores de la representación perspectiva de la realidad general de nuestra sociedad y de actores en la misma, pero apenas podemos intervenir en la elección del tipo de perspectiva y de los elementos que la definen y caracterizan. Por otra parte, cada persona posee una visión propia y exclusiva del mundo, en algún caso excluyente de otras. El ideal de una representación conjunta de lo que percibimos con todos los puntos de vista individuales actuando de modo simultáneo se convertiría en una inaprensible visión “enedimensional” de la realidad, que a mí personalmente se me antoja fractal, caóticamente perfecta y absolutamente inútil.

Se hace necesario establecer una convención social por la que las personas elijamos el tipo de perspectiva con la que intentar plasmar la sociedad en que vivimos al objeto de obtener la representación más perfecta posible de la misma que nos permita su conocimiento y el de las circunstancias que nos rodean para proceder a su constante modelado y mejora.

¿Qué tipo de perspectiva utilizar? ¡Hay muchas posibilidades! Y todas son diferentes, todas inclinan nuestro juicio a un lado u otro, sometiéndolo a un continuo ejercicio de interpretación más o menos agotador en función directa de la parcialidad del autor y nuestra propia capacidad y formación.



Como arquitecto nunca me ha emocionado la perspectiva cónica, con su apuesta interesada por representar una idea determinada de la realidad, cambiante a nuestro antojo según los puntos de fuga, y con la que pretendemos vender un determinado aspecto del proyecto con la coartada del realismo de la representación; y mucho menos la central, con un punto de observación inalterable y un foco fijo que casi convierte al espectador en acémila obligada a mirar al frente por unas anteojeras que dificultan la percepción de lo que nos rodea. Valoro, sin embargo, esos croquis perspectivos a mano alzada, muchas veces en esquinas de papeles que amenazan con perderse en el desorden de nuestras mesas de trabajo, que algunos como yo nos cuidamos de no enseñar a nadie, por considerarlos parte de nuestra intimidad o por los creerlos muy malos, pero que constituyen perfectos esbozos imperfectos de aspectos puntuales del proyecto.


Siempre he preferido la perspectiva axonométrica, que considero más sincera y objetiva por conservar las proporciones de los objetos en las tres dimensiones del espacio; porque las líneas paralelas en la realidad lo son realmente en su representación, y porque la escala del objeto representado no depende de su distancia al observador, pareciendo que éste estuviera en el infinito. Unas veces he utilizado la isométrica, otras la caballera, en otras he omitido los coeficientes de reducción pudiendo medir en verdadera magnitud en los tres ejes. La axonometría ha sido para mí tanto una representación de los objetos en el espacio como una herramienta técnica con la que objetivar sus relaciones propias y entre sí.



En un momento profesional en que las herramientas informáticas han sustituido al paralex, la escuadra, el cartabón y el estilografo para trazar nuestros dibujos, hablar de perspectivas, cuando las representaciones en 3D permiten crear figuraciones absolutamente perfectas, parece remitirnos a la nostalgia de tiempos pasados hoy obsoletos y manifestar que, profesionalmente, nos hemos quedado estancados. Puede que así sea, pero tanta perfección, tanto realismo, hiperrealismo en ocasiones, me sugiere frialdad y empobrecimiento humanista, signos de un tiempo en que la complicidad entre la objetividad del autor y la capacidad de fascinación del observador ha desaparecido, con el consiguiente empobrecimiento del sentimiento y percepción humanos.

El país en que vivimos, que todavía puede llamarse con propiedad España, afronta este final de año una delicada elección que determinará el rumbo que marcarán quienes gobiernen a partir de enero. No me fío de nadie, de unos muchísimo menos que de otros, y hace tiempo que trato de afinar mi propia aguja de marear para acompasar mi vida a los vaivenes políticos, muchas veces incomprensibles y siempre criticables, de nuestros gobernantes. Las circunstancias que nos rodean hacen que la de este año 2015 sea una elección crucial y difícil.

En breve todas las formaciones políticas nos enseñaran, algunas lo vienen haciendo hace meses, sus dibujos perspectivos sobre el estado en que se encuentra el país y sus fabulaciones de cómo lo dejaran si siguen gobernando, si acceden de nuevo al gobierno o si gobiernan por primera vez. Se nos presentará una gran variedad de perspectivas coincidentes en falsear, de modo interesado, la realidad de la que somos protagonistas, realizadas por hábiles dibujantes cuyo objetivo es engañar nuestro entendimiento forzando los puntos de fuga, la distancia al plano del cuadro y la altura del observador ¡incluso se de algunos que no dudarán en utilizar una hiperrealista infografía!



Por tanto tenemos un problema del que sólo se sale con la habilidad de unos ojos acostumbrados a detectar trampas visuales y una mente capaz de recomponer interiormente la posición y proporciones verdaderas de los elementos que componen la realidad. Desgraciadamente, nuestra capacidad de diseccionar perspectivas, está muy agotada por años de trampantojos, algunos consentidos, en los que nos hemos complacido más o menos voluntariamente, y por una muy dura situación socioeconómica que es parte de lo que algunos quieren ocultar. Por eso prefiero examinar una serie de pequeños “monos” a mano alzada, espontánea y sincera, que una infografía obtenida con el más moderno programa informático.

La campaña electoral coincide este año con la de Navidad. Va a ser duro. Consolémonos pensando que, entre informativo e informativo electoral

SIEMPRE NOS QUEDARÁN LOS ANUNCIOS DE PERFUME

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