viernes, 7 de febrero de 2014

LA CALMA QUE PRECEDE A LA TEMPESTAD

En este invierno de temporales sucesivos que embisten la península ibérica desde el Atlántico Norte, contrasta la apariencia de tranquilidad, si no resignación, que se ha instalado en el ámbito profesional de la Arquitectura y los arquitectos, máxime si lo comparamos con la galerna que se abatió sobre nosotros el año pasado por estas mismas fechas, después que se filtrara el primer borrador de la Ley de Servicios Profesionales. Todos estamos muy tranquilos ahora y pareciera que en el negro horizonte de la crisis se atisbara un apunte de claridad, si por tal se entiende realizar trabajos menores a precios exiguos o dibujar y justificar anteproyectos de edificaciones, sin cobrar honorarios, en la débil esperanza de que, con un trabajo de calidad y unos números ajustados, se pudiera obtener financiación con la que todos, promotor, técnico y constructor, pudiéramos no ya ganar dinero sino al menos mantener la actividad de quienes en tiempos formamos eficientes y responsables estructuras productivas. Este “impasse”, la inactividad o el silencio de unos y otros, especialmente de quienes supuestamente defienden los intereses de los profesionales, ¡mis intereses! me produce repelús y escalofríos. Algo me dice que esta situación es

 Hace un año el mundo de la Arquitectura hervía. -¡Es el fin de la Arquitectura!- decían unos. -¡El empobrecimiento de nuestra sociedad!- argumentaban otros. Las redes sociales desbordaban artículos a favor de la Arquitectura y en contra de la LSP (después LCSP). Se creaban grupos en las redes sociales para defender la profesión de arquitecto y se repartían consignas: -¡Queremos ser necesarios antes que obligatorios!-. Hasta el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos y los Colegios territoriales publicaron una declaración por la arquitectura española y allá por el mes de junio se hicieron numerosas concentraciones y actos públicos de protesta y defensa de la profesión. Hace menos de un mes que el CSCAE presentó ante el Consejo de Estado las alegaciones al anteproyecto de la LCSP. Todo lo que se ha realizado parece que era necesario, aunque no se si suficiente; pero en todo caso echo de menos una mayor información y actividad pública por parte del Consejo y los Colegios que, más allá del mantenimiento del día a día de su capitidisminuida actividad, parecen seguir más preocupados por luchas internas que por los problemas del colegiado. O al menos así me lo parece.


¿Qué ha sido de esa movilización profesional que en algún caso hasta se hizo levemente patente en las calles de nuestras ciudades? ¿Hemos sido capaces de aprovechar el enorme potencial que representa una profesión de alto nivel, que posiblemente conserve algo del prestigio y predicamento social que antes tuvo, movilizada y concienciada por el ataque al que se ve sometida y que, sin duda, va a perjudicar a la sociedad a la que se debe? ¿Hemos sabido ganarnos a otros sectores sociales y profesionales que ya sea por simpatizar con nuestra causa ya sea por conciencia del perjuicio que se va a causar a la sociedad, hubieran podido convertirse en aliados en nuestra protesta? ¿Hemos estrechado vínculos con el mundo universitario, atrayendo a los jóvenes que en unos años, y si el “espíritu de aventura” no les llama a abandonar este país, serán la savia nueva en la lucha por dignificar la profesión, por mejorarla técnica y humanísticamente y por recuperar la función social de la arquitectura? ¿Algún “representante” de la profesión ha establecido contactos con altos miembros del Gobierno del Estado para abrir vías de diálogo que permitan una solución aceptable por todos para unos problemas que indudablemente existen? Para mi la respuesta estos interrogantes es un preocupante ¡No lo se!, una mezcla de si, no y todo lo contrario, ya que un simple arquitecto como yo, alejado del epicentro del poder y las decisiones, no recibe una comunicación clara de lo que está pasando. Tengo vagas impresiones de lo que está ocurriendo y de lo que puede pasar y, desde mi posición, no son alentadoras. Nunca me ha gustado la actitud de quien dice hacer todo para los arquitectos pero sin los arquitectos, aunque a muchos de éstos no les importe.



En el orden estricto de nuestro trabajo parece que la resignación ha tomado las riendas del quehacer cotidiano: no hay nuevas edificaciones que proyectar ni obra que dirigir, y el campo de la rehabilitación, regeneración y renovación urbana más parece un deseo que una tarea cercana, por lo que la mayoría de profesionales, los que no podemos salir al exterior, aceptamos la situación como un lance del destino, asumiendo vivir de nuestras menguantes reservas o del sueldo de nuestros familiares, luchando por esos pequeños trabajos, cada vez menos frecuentes, en los que si compites con calidad sabes que partes con desventaja, siempre en espera de…¿De qué? ¿Alguien está, de verdad, poniendo los fundamentos teóricos, marcando los objetivos, preparando las condiciones y previendo los medios para que, sin caer en los abusos que nos han traído hasta aquí,  un sector como el de la construcción recupere un porcentaje razonable en el producto interior bruto del país?. No hay futuro, pero eso no parece preocuparnos hasta el punto de alzar la voz.

La ley de rehabilitación, regeneración y renovación urbana, incluso con sus puntos oscuros, parecía una esperanza en este sombrío panorama. Pero ¿Dónde están los medios para su aplicación? ¿Cómo pueden quienes más precisarían de las intervenciones legisladas, generalmente los más débiles, obtener financiación? Al menos donde yo vivo han habido, y hay actualmente, ayudas para determinadas obras o la rehabilitación ecoeficiente, pero su penetración entre la población es testimonial, su capacidad de financiación de la parte no subvencionada es mínima y el plazo para preparar la documentación técnica es inferior a un mes desde la publicación de las ayudas, por lo que o bien los proyectos están pobremente definidos o se precisa información privilegiada para llegar a tiempo con toda la documentación exigida. Pero todos estamos muy tranquilos, nadie dice nada.

Hay compañeros, quizás los más jóvenes, que buscan nuevos yacimientos de trabajo rebuscando en los límites de nuestra profesión y en las zonas neutras que la rodean. Conviniendo que la imaginación es esencial a nuestro quehacer y que los nuevos tiempos exigen una readaptación de nuestra profesión tanto a la realidad socioeconómica como a la tecnológica, quizás debamos también aceptar que ahí la exclusividad no existe, la arquitectura es una más de las opciones, y sólo la capacidad innovadora y de trabajo de cada individuo, independientemente de su formación, marcará la senda del éxito o el fracaso. En el caso de los arquitectos nuestra preparación profesional nos facilita, más allá de la arquitectura, habilidades como organizadores espaciales, como organizadores de actividades y equipos humanos y como individuos capaces de tener una visión poliédrica de la realidad; pero en las zonas neutras no somos los únicos poseedores de estas destrezas. Al oír hablar de estas actividades muchos sonríen falsa, cínica y forzadamente para no manifestar sus dudas y temores al respecto.

Ante este panorama ¿Qué hacemos como profesión? Bien poco o nada, o yo al menos no tengo conocimiento de que nuestras organizaciones más ortodoxas hagan gran cosa por abrir e investigar nuevos campos de actividad, conseguir y negociar con las instituciones nuevas expectativas de trabajo tradicional o promover entre los arquitectos las bases de cómo organizarse empresarialmente para el futuro.¡Quizás no sea esa su labor y bastante tengan con no cerrar! Tampoco nosotros como individuos parece que nos movamos mucho, salvo excepciones que todos conocemos sin más que visitar las redes sociales, y no se nos oye ni protestar, reclamar y exigir y proponer a los gobernantes el establecimiento de unas bases realistas de actividad para la construcción y los sectores relacionados. En el fondo la pasividad es reflejo de la ignorancia de todos sobre el qué hacer.



Observo mi entorno profesional y percibo una extraña calma que me asusta y que hace un año no reinaba. Parece que los esfuerzos por conseguir un trabajo al precio que sea han anulado cualquier preocupación por el futuro de la profesión, y sólo las escaramuzas para rebajar unos honorarios basura rompen la simulada tranquilidad en la que parece seguimos ejerciendo nuestra profesión. No hay datos objetivos que permitan afirmar que la situación es mejor ahora que en los últimos años, o que haya visos de un resultado positivo en los retos que afectan a los arquitectos. Queremos creer en que algo va a empezar a moverse, pero nosotros no queremos movernos, o no sabemos, o simplemente nos hemos resignado a aceptar lo que sea que venga. Quizás la filosofía de la inacción, el “resistir es vencer” que parece desprenderse de la conducta de nuestros gobernantes ha calado entre nosotros más de lo que creemos, aunque desconozcamos a qué y quiénes resistimos, si la resistencia es lucha o pasividad, si quizás luchamos contra nosotros, a qué precio se producirá la victoria, si es que hay probabilidades de la misma, y cuándo. O quizás estamos asustados, muy asustados, aturdidos y desorientados, como ciudadanos y arquitectos, por todos los golpes recibidos desde el poder como objetivo preferente de la doctrina del shock.

Estoy seguro de que la tormenta está próxima y va a ser muy potente por coincidir en su génesis un ataque deliberado a la profesión con una situación económica dantesca, que precisa nuevas respuestas, en un momento de debilidad por nuestra parte como nunca se ha conocido. Tengo dudas de que nos estemos preparando adecuadamente y desconozco si tenemos aliados o si los hemos buscado. La tormenta no se llevará a todos por delante, y algunos resistirán, no necesariamente los más fuertes pero sí los más previsores, astutos y flexibles. Pero no habrán vencido al gran temporal porque las tempestades sólo pueden resistirse y ellas solas remiten, dejando a su paso destrozos y una inmensa tarea de reconstruir para quienes han sobrevivido. Lo único que puedo decir es


ESTEMOS ATENTOS A LOS PARTES METEOROLÓGICOS

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