miércoles, 11 de junio de 2014

AL DESPERTAR LOS ARQUITECTOS SERAN DINOSAURIOS AL BORDE DE LA EXTINCIÓN

Un parpadeo. Estamos ya en el mes de junio, medio año 2014 transcurrido, y todo lo vivido en este periodo parece haber sucedido en un parpadeo: más penurias para muchos; más confusión para todos; más pérdida de derechos adquiridos; más corrupción desenmascarada en más sitios y presentida en varios más; pocas sentencias dictadas, menos castigos aplicados, ninguna responsabilidad asumida y una sensación, cada vez más acusada, de que, ante todo esto, algo tiene ¡debe! suceder, aunque  muchos no sean conscientes de que, para que suceda algo, debemos ser los protagonistas activos de los cambios que esta sociedad precisa. Profesionalmente, el mundo de la arquitectura está más débil que hace seis meses, con menos trabajo remunerado, menos reservas con las que subsistir y, sobre todo, menos tiempo para responder a los retos que la evolución social por un lado, y el gobierno del estado por otro nos plantean mientras el claro autismo de nuestra profesión se manifiesta en nuestra incapacidad emocional de socialización, comunicación y reciprocidad sensible no solo con la sociedad a la que nos debemos sino con nosotros mismos. No parece se haya hecho nada, y si se ha hecho se mantiene en secreto, y los fugaces intentos de visualizar ante la sociedad la situación de los arquitectos, la importancia de la Arquitectura, y el empobrecimiento que le supondría el triunfo de las pretensiones gubernamentales recogidas en la LSCP, han pasado desapercibidos; primero para los propios arquitectos, ajenos a casi todo lo que no sea su lucha individual por subsistir, y después ante el resto de la sociedad, enfrascada en el marasmo de protestas consideradas, con razón, como más importantes y acuciantes. Los arquitectos parecemos dormidos, soñando con los tiempos en que Dios, para castigar a su pueblo, amenazaba con quitarles a sus arquitectos. Hace tiempo que decidimos tratar de conciliar un sueño prolongado, confiados, en que al despertar, el monstruo de la crisis se habría desvanecido y que, de alguna manera, volveríamos seguir haciendo tranquilamente el trabajo que tanto nos gustaba: ¡proyectar! Desgraciadamente, la tozuda realidad vislumbrada durante el insomnio de algunos y mi propia duermevela me indican que



La situación político-económica que atravesamos, que muchos arquitectos sufrimos como el que más, me provoca profundos sentimientos de indignación, vergüenza e impotencia, y queda perfectamente retratada en la comparación de estos dos sucesos que paso a relatar: el primero, la rueda de prensa de la portavoz del Gobierno, al acabar el Consejo de Ministros, en la que, con su habitual desparpajo anuncia, eufórica y sin rubor, que España va a devolver antes de tiempo mil trescientos millones de euros del rescate financiero concedido por Europa porque ¡la economía española puede hacerlo! El segundo, la petición de la Defensora del Pueblo, días antes del mencionado Consejo de Ministros, de que los comedores escolares atiendan en verano a los menores vulnerables, preocupada por el hecho de que su cierre terminado el curso, agrave la situación de precariedad y pobreza de estos niños, y la reacción contraria de varios gobiernos autonómicos a esta ya de por sí tremenda solicitud. Gran parte de la sociedad no parece reaccionar ante noticias como estas, quizás porque la sucesión de“shocks” padecidos desde el año 2008 se ha demostrado eficaz para aturdirnos permanentemente, habiendo sumido a la mayoría en un estado catatónico. El rey mercado dirige, de modo absoluto, nuestros destinos, es inconcebible su abdicación y nadie osa resistirse a sus designios que, aunque no lo sepamos ni lo notemos... ¡sólo beneficios nos deparan!.

La profunda vergüenza que siento cada vez que desde ese viernes pongo en relación ambas noticias, me produce arcadas y me ratifica en mi anhelo de un profundo cambio más allá del cambio de sistema, monarquía república, tan traído y llevado estos días, a modo de maniobra de distracción, eso sí, con muchas más facetas que de costumbre. Nuestra salud física, mental y ética precisa un cambio efectivo. Es necesario que algo ocurra.

En estos seis meses he llegado a creer que la actividad profesional mostraba ciertos signos vitales, si no de mejoría, si de confirmación de que no estaba absolutamente desahuciada. Las expectativas creadas por el anuncio de ayudas económicas a la rehabilitación en el marco de la ley de las tres erres, rehabilitación, regeneración y renovación urbana, provocó que muchos incrementáramos nuestro esfuerzos de informar a los clientes de las posibilidades que parecían abrirse, y que los más informados empezaran a solicitar presupuestos de honorarios y de actuaciones en sus edificios. Como consecuencia, mi fichero de “posibles trabajos” se ha llenado de archivos como nunca…y de decepciones como casi siempre en los últimos tiempos. Los gobernantes no pueden, no quieren o no saben reactivar el sector de la rehabilitación, energética o no, y no acaban de aprobar las ayudas; los particulares no tienen dinero ni manera de conseguir financiación, y como consecuencia sólo buscan quienes les puedan solucionar los problemas técnicos acuciantes de la manera más barata en inversión, a corto plazo, y en honorarios, sin que la calidad y la eficacia primen a la hora de definir las actuaciones. Un espectáculo triste y descorazonador en el que sigue ganando quién menos escrúpulos tiene.

También ha parecido en este medio año, en varias ocasiones, que la LSCP iba a ser aprobada por el Consejo de Ministros. Pero no ha ocurrido tal cosa, me gustaría pensar que porque algún resquicio de razón ha sembrado de dudas a nuestros gobernantes o porque quienes negocian en nombre de los arquitectos han hecho bien su trabajo. Pero me da que no es ese el motivo, que tendría que ver con una ventana de oportunidad conforme a los intereses de partido y de gobierno que aún no se ha presentado. ¿Quizás ahora, con los fastos de la coronación del nuevo rey, Felipe V de Aragón y VI de Castilla, para hacer creer que empiezan algunos cambios? ¿Aprovechando la celebración del mundial de fútbol de Brasil, cuando la sociedad está absolutamente narcotizada? ¡Pero si las protestas callejeras de los sectores afectados, en especial las de los arquitectos, van a ser en todo caso irrelevantes!

En cualquier caso, y sea cuando sea la aprobación de la LSCP, la profesión callará y aceptará sumisa y resignadamente lo que estime el Gobierno y los posteriores trámites legales determinen. ¡Cómo debe ser! ¡Los arquitectos somos gente de orden! ¿O no? ¿No permanecemos, salvo excepciones, absolutamente callados, quietos en la mata, no vaya a ser que alguien se enoje y se rompan los puentes de negociación? Lo que pasa es que el desencanto y la impotencia consiguen que muchos arquitectos estimen que no vale la pena luchar en una batalla perdida y mal planteada por nuestra parte. No sabemos qué se negocia en nuestro nombre, quién lo negocia, y si tenemos claro lo que queremos negociar. ¡Y tampoco parece que haya mucho interés por saberlo!

Hace bien poco, en la asamblea de mi colegio territorial, nos pasamos una mañana discutiendo más que acaloradamente sobre los presupuestos no aprobados en diciembre, sobre incumplimientos, sobre la sostenibilidad económica del visado, sobre los gastos de representación, sobre lo mal que lo han hecho unos, sobre las faltas a la verdad de otros, sobre cualquier cosa menos de los problemas que nos afectan, gravísimamente, a todos; laborales, económicos y profesionales. En una de las mañanas en que más desbordado por la tristeza me sentí, sin saber muy bien quien tenía razón, o más razón, y el porqué de todo aquello, pero convencido de que todos lo estábamos haciendo mal, muy mal, mi único pensamiento lógico fue: ¡No me interesan estos Colegios de Arquitectos! ¡Que se hunda todo! ¡Empezar desde cero, cuestionando todo, quizás sea la única forma de subsistir como profesión y de lograr una organización profesional que sirva para algo más que un visado que ya ni  siquiera nos financia!

Y tampoco hemos buscado, o no hemos sabido hacerlo, aliados en este trance. Somos dos profesiones las que habitamos la casa común de la Arquitectura, las que han venido soportando sobre sus hombros, más que aceptablemente, el peso del sector de la construcción en España y, más allá de estupendas relaciones personales y del eficaz papel jugado en muchísimas obras, parece que nos ignoremos, nos miremos con desconfianza y nos reprochemos mutuamente los fallos en el desempeño de nuestro trabajo. Arquitectos y Arquitectos Técnicos; arquitectos técnicos y arquitectos. Es normal que en épocas de crisis surjan ciertos roces entre ambos colectivos por la ausencia de trabajos, la simplicidad de los existentes y el instinto de supervivencia, ¡al igual que surgen entre los propios miembros de cada profesión! Pero no es justificable esa indiferencia mutua, al menos la que percibo en mi entorno. Veamos: ambas profesiones partimos de una base común, la arquitectura, y desarrollamos nuestra labor profesional desde ópticas complementarias y simbióticas, absolutamente necesarias para el buen fin de la construcción. Yo arquitecto, no sé desempañar adecuadamente una dirección de ejecución, no me he formado en ello aunque tenga ciertas nociones de la misma, y preciso de un profesional que lo haga en las mismas condiciones de calidad que me exijo para el desempeño de mis propias atribuciones, única garantía de una obra bien hecha y satisfactoria para los usuarios; y todo arquitecto técnico precisa de una documentación de proyecto, o complementaria de obra, adecuadamente definida que le permita realizar su trabajo sin tomar decisiones sobre temas que el arquitecto debería de haber especificado, muchas veces con repercusiones en aspectos de naturaleza distinta a la constructiva, y de los que el arquitecto técnico también tiene nociones. Si somos capaces de entender esto, ¿Cómo no somos capaces de identificar a nuestros enemigos comunes, máxime si se les distingue fácilmente por la alegría con que contemplan nuestras disputas?
 












Y sobre todo, los arquitectos seguimos sin bajar a la arena, todavía aferrados al menguante, si no extinto, brillo de nuestra torre de marfil profesional, incapaces de empatizar con la sociedad, de convertirnos en ese técnico de proximidad que soluciona adecuadamente los problemas en materia de construcción, arquitectura y vivienda. Y no digo que no lo intentemos, sino que no sabemos como hacerlo. Un arquitecto técnico de mi ciudad, con el que he tenido la suerte de trabajar en tiempos mejores y con el que sigo intentando hacerlo en la actualidad, en proyectos de colaboración interdisciplinar, me comentaba las acciones que desde su organización colegial estaban emprendiendo para tratar de generar actividad profesional a raíz de la Ley de Rehabilitación Regeneración y Renovación Urbana, de las subvenciones que en algún momento las administraciones públicas se decidirán a publicar en esta materia y de la redacción de los Informes de Evaluación del Edificio, la herramienta que permitirá optar a dichas subvenciones. Han estudiado a fondo la nueva legislación y se han puesto en contacto con colegios de administradores y otras entidades para hacer llegar a la sociedad la necesidad de intervención en el parque de viviendas construido, en especial en aspectos energéticos, y las ayudas económicas que la legislación tiene previsto establecer. Se lamentaba mi amigo y compañero de que, según sus noticias, nuestro gremio, el de los arquitectos, no había mostrado mucho interés en el tema, y que no lo entendían ya que si la construcción iba a dar señales de vida lo haría desde la rehabilitación, especialmente la energética. ¿Porqué no ir juntos Arquitectos y Arquitectos Técnicos, aprovechando sinergias amparados en nuestra experiencia profesional? Como nos conocemos desde hace años, le dije a mi amigo que la condición contingente de los arquitectos técnicos les llevaba a preocuparse por comer cada día, pero que nosotros los arquitectos, en nuestra condición semidivina, solo nos preocupaba alimentar el espíritu. Me miró sonriente y dijo: –eso ya lo sé, nos conocemos hace muchos años y nunca he entendido a qué viene tu obesidad mórbida; ¡pero algo estaréis haciendo desde tu colegio profesional!– Me lo quedé mirando y contesté; –¡Que yo sepa, y más allá de algún cursillo de certificación energética, nada de nada!–. Mi amigo se echó a reír y me invitó a comer.

Inacción, desinformación, falta de aliados, penuria laboral, falta de empatía… ¡y no he hablado del miedo! ¡Miedo a que se confirmen de modo simultáneo varios de los trabajos a los que opto y no poder cumplir con los plazos! ¡Miedo a no dominar todos los cambios normativos que en la reglamentación técnica se han producido! ¡Miedo a hacerlo mal porque hace mucho tiempo que no se realiza un trabajo en condiciones! Quisiera hablar de aspectos positivos de nuestra realidad cotidiana, ¡prometo que me lo propuse como tarea! Pero a parte de que mi salud no va mal, sólo encuentro motivos particulares y personales de satisfacción que deben de quedar en mi esfera personal y familiar.

No deseo hurgar insistentemente en los problemas que todos sufrimos cada día. Solo pretendo expresar, negro sobre blanco, mi deseo de no esconder la cabeza ante los problemas sociales y profesionales que nos agobian, pensando que ya escampará, que alguien lo solucionará por nosotros. No quiero dormirme, ni quiero que la profesión se duerma, quizás definitivamente. Es más: me gustaría despertar a muchos de los que se durmieron narcotizados por un sistema que nos quiere dóciles y maleables. Quiero evitar que los arquitectos desaparezcamos como profesión. Es preciso que permanezcamos atentos y expectantes para poder conocer los problemas de la sociedad y la profesión y poder ser protagonistas, en la medida de las posibilidades de cada uno, de un cambio que cada vez se hace más necesario e inminente. Debemos romper con viejos convencionalismos y ataduras y esforzarnos en pensar qué queremos ser, como personas y como arquitectos. Estoy harto de sentir tristeza como en la asamblea de mi colegio; vergüenza como la de aquel viernes, como la de muchos viernes, escuchando a quienes nos gobiernan. Creo que algo debe necesariamente cambiar, y quizás en un periodo de tiempo no muy largo, debamos decidir…lo que quiera que deseemos decidir, demostrando que


somos dueños de nuestro destino, capitanes de nuestras almas

2 comentarios:

  1. Javier tu artículo me parece contundente y muy necesario para hacer despertar muchas conciencias dormidas..que sepas que mas de uno y una pensamos exactamente igual que tú y estamos deseando que cambien las cosas..vamos, que nos movamos!!!..somos dueños de nuestro destino, capitanes de nuestras almas y añadiría: piratas de todos nuestros naufragios, dispuestos a emprender una nueva avertura con los restos de nuestro tesoro para seguir navegando!
    Quisiera compartir un mensaje que ayer mismo envié a un compañero arquitecto de mi demarcación en Córdoba:
    Me he alegrado mucho de volvernos a ver, últimamente los arquitectos de nuestra generación parece que hemos desaparecido del mapa, y lo cierto es que estamos, los que aún seguimos vivos...(nuestros colegios deberían dar a conocer a la sociedad las cifras de bajas y suicidios de compañeros que no han podido sobrevivir a esta crisis).. pero cada uno permanece en su satélite tratando de sobrevivir..creo que deberíamos apoyarnos más los unos en los otros, luchar por nuestros derechos; ya sabemos que solos es imposible que lo logremos, pero entre todos conseguiremos mucho; ante todo recuperaremos el respeto hacia nuestra profesión..me gustaría preguntarle a nuestro colectivo, amigos algunos,compañeros todos; a qué estamos esperando para exigir,a cuantos tienen la responsabilidad, lo que es sencillo y evidente:
    Queremos seguir trabajando como lo que somos, arquitectos, y ejercer nuestra profesión dignamente, fijando unos honorarios mínimos, por ley.

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  2. Javier, bien pensado pero, creo que, tenemos el enemigo en casa. Por una parte, compañeros? quienes? los que cobran dietas por pertenecer al Consejo y no pagan (pagamos) a los trabajadores? Y por otra parte, un personaje que, se arroga competencias del colectivo que, deja de ser aparejador para enviarte un mensaje de odio?
    Nos hemos despertado dinosaurios, de repente especie en extinción urgente. Y que así sea.

    Aunque Dios existe y buenas personas también, se llamen como se llamen, no creo en los colectivos. Y los grupos no saben subsistir.
    Mientras tanto, un abrazo.

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